Cuadernos Beauchef: ciencia, tecnología y cultura: vol. III Chile sobre la marcha
40 Cuadernos de Beauchef en las autoridades o valoración de líderes políticos). En este caso, para ilustrar el ejemplo más allá de nuestras fronteras, debemos sumar otras situaciones de manifestación social, en las que el cambio constitucional ha sido una demanda primordial, así como en países tan diversos como Islandia, Argelia, Irak, Hong Kong, El Líbano o Francia. Es paradojal que algo no tangible, como toda norma jurídica, sea el motivo de una manifestación social y el emblema de un movimiento contestatario. En efecto, debemos considerar que, en un mundo que superó las concepciones de legitimidad tradicional y personal de Max Weber, hemos llegado a un estadio en el cual lo único posible es la legitimidad racional, dada por el pacto constitucional bajo el cual se desarrolla el espacio social, deliberativo y político que sirve de validación del poder político. La ilegitimidad constitucional deriva en una implícita inexistencia societaria, en la que podrá existir una ley organizadora del Estado, pero no una Constitución propiamente tal, debido a la naturaleza inherente limitativa del poder, garantizadora de derechos fundamentales y democrática de la Constitución. Sin duda, esta situación es particularmente grave. El carácter totémico de la Constitución es innegable, dado que genera la identidad del pueblo como sujeto jurídico y forja un espacio público vinculando a los ciudadanos a partir de sus garantías fundamentales (en el fondo, nos reconocemos como el otro y nos conectamos como partes del mismo Estado, porque aquel nos otorga los mismos derechos). Una deriva se produce debido a la desconexión forjada entre el Estado y el pueblo gobernado, ya que este tótem carece del respeto y el reconocimiento de su comunidad, por lo que el sistema de relaciones e identificaciones que debe ser construido en torno a él se derrumba o, lisa y llanamente, nunca se genera. En este caso, debemos considerar la criatura constitucional como un elemento vinculado al sentido mismo de la existencia humana y de la vida de los hombres en sociedad, expresando una visión global del mundo, a lo cual el jurista y politólogo francés Georges Burdeau llamó una «idea de derecho» (Rousseau, 1994, pp. 17-20), es decir, una representación del orden social deseable.
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