Cuadernos Beauchef: ciencia, tecnología y cultura: vol. III Chile sobre la marcha
109 El desborde de una comunidad oprimida Aquello develado a la sociedad en sus comunidades en lucha, ahora más capacitadas y educadas que en el pasado, es que han sido modeladas, domesticadas y entrenadas para cumplir varias funciones. Una, que es la clásica, es el trabajo asalariado; otra es desarrollar un estilo de vida programado en un sentido consumista e individualista; otra, creer en el sistema o conformarse con él, como si fuera el único posible, y, finalmente, adherirse a las dinámicas de entretención digitales, como son la telefonía digital y ser víctimas inconscientes de la narcotización de la subjetividad. Sin embargo, incluso todo ello podría ser aceptado y ser considerado como parte de lo que toca vivir en la realidad actual y del nuevo siglo XXI. Pero el objeto develado es aún algo más oscuro y que desata el odio contra lo inmediato, expresado en “saqueos” y destrucción. Lo más oscuro es la confirmación del engaño, de la traición, del secreto; en qué consiste el robo institucional y sus múltiples facilitadores legales, el robo constante de la letra chica, de un sistema de precios, de costos, de deducibles, de impuestos, que son falsos, premeditadamente exacerbados, justificados de manera tramposa. Hay aquí una importante toma de conciencia de la comunidad; darse cuenta de que trabajar con sacrificio y esfuerzo, por un salario, implica necesariamente que el producto será usurpado, succionado y usado para el beneficio de quienes detentan el poder político y económico. Por ejemplo, el precio de los medicamentos en Chile es más caro que en países desarrollados, a lo que se agrega la colusión de las farmacéuticas para subir descaradamente los precios. El robo de miles de millones de pesos por parte de militares y carabineros quienes, luego de ser descubiertos, son escondidos por el poder gubernamental, con la complicidad del aparato judicial, el parlamento y los fiscales. Las pensiones, como caso emblemático de apropiación, muestran el absurdo que, luego de una vida de trabajo, la jubilación no alcanza para vivir, se obtiene una miseria. Mientras las empresas que administran el sistema toman el dinero ajeno, perteneciente a la población que cotiza, y lo invierten obteniendo ganancias que no van a parar a los bolsillos
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