Los territorios que habita(re)mos: ¿Qué futuro existe para las zonas de sacrificio?

sas instalaciones contaminantes o peligrosas, y donde se configura una condición de injusticia ambiental evidente. Allí, los problemas ambien- tales también tienen un origen paradójico, pero a diferencia de los casos anteriores, que nacieron en una época donde el país tenía una política ambiental precaria, los sacrificios de Til-Til son relativamente recientes y, de alguna manera, son consecuencia de las políticas ambientales. El relleno sanitario Loma Los Colorados (1995), fue la solución para ali- viar el colapsado sistema de disposición final de residuos domiciliarios de Santiago, que mantenía activos rellenos sanitarios excedidos en su capacidad, como Lo Errázuriz, y varios vertederos ilegales, como La Ca- ñamera, en Puente Alto. Los tranques de relaves Las Tórtolas (1995) y Ovejería (1999), fueron instalados en el valle en reemplazo de los antiguos relaves emplazados en las montañas, cerca de las faenas de las minas de cobre Los Bronces (Disputada) y Río Blanco (CODELCO), los cuales constituían un riesgo para la población que vivía río abajo. La planta de “residuos biosólidos” de Aguas Andinas El Rutal (2006), fue una instalación suplementaria a la planta de tratamiento de aguas servidas de La Farfana, cuyos malos olores provocaron las protestas de los vecinos de Maipú. Todas estas externalidades ambientales han ido a parar a Til-Til -el “pa- tio trasero de Santiago”, dicen ellos- a causa del Plan Regulador Metro- politano de 1994, el cual asignó a esta comuna la localización de rellenos sanitarios y otras instalaciones contaminantes debido a sus condiciones geográficas y socioeconómicas. En el origen de las zonas de sacrificio más antiguas hubo un “bien su- perior” en juego, el cual sirvió como justificación de la inversión y sus externalidades. Ese bien superior era el “progreso del país” o el bien- estar de cierto grupo social. Ambas cosas eran objetivos con los que el Estado chileno estaba comprometido , pero con el correr de la historia, el modelo de desarrollo que amparaba todo eso fue desmantelado y el Estado chileno abandonó esos compromisos. Por lo tanto, la justifica- ción del sacrificio -si es que alguna vez existió tal cosa- ya no existe. Por lo mismo, el Estado -como promotor de esas inversiones- debería asumir su responsabilidad y hacerse de cargo de remediar los impactos socioambientales de sus decisiones pasadas, cualquiera sea el costo de las labores de remediación y reparación requeridas. MAURICIO FOLCHI ZONAS DE SACRIFICIO: DISTINTO ORIGEN, MISMO DESTINO .33. Académico del Departamento de Ciencias Históricas y Director del Núcleo Interdisciplinario en Estudios Socioambientales (NIES) de la Universidad de Chile.

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