Teoría y práctica del diseño urbano para la reflexión de la ciudad contemporánea

54 Teoría y Práctica del Diseño Urbano sus propias reglas y su propia coherencia, aunque reflejará solo aspectos parciales de la realidad. Por supuesto que cada una de ellas forma un cuerpo de saberes teórico-conceptuales y prácticas coherentes desarrolladas y estudiadas por los espe- cialistas en momentos determinados. Esta exploración sobre el urbanismo se acerca a los hechos ur- banos desde tres grandes tradiciones y que, a su vez, dialogan estrechamente con aproximaciones epistemológicas distintas y específicas a la ciudad, las cuales, proporcionan una visión más global de esta disciplina multidimensional. Nos referi- mos específicamente a las corrientes racionalista, empirista y pragmatista. Estas tres corrientes se articulan a su vez con tres manifestaciones básicas de la praxis del urbanismo respecti- vamente: la aplicación de la racionalidad científico-técnica, la acción social y política en el ámbito público y, finalmente, la forma de construir la ciudad bajo ciertas condiciones más bien relacionadas al entorno. La primera de estas corrientes consiste en la aparición de nuevas teorizaciones críticas al modo de hacer ciudad, por un lado, resultado de los discursos abordados en periodos prece- dentes, y por otro, la postulación de un corte definitivo con los principios del funcionalismo (Lang, 2005). Así, se observa y analiza a la ciudad como forma física susceptible de composi- ción formal y de apreciación estética, es decir, enlaza el “arte urbano” renacentista con el morfologismo de las décadas de 1960-1980, con el proyecto urbano y con la tradición anglosa- jona del diseño urbano, con las primeras manifestaciones del urbanismo entendido como racionalidad científico-técnica (Spreiregen, 1965; Moughtin, 2003). Pasa por el funcionalismo, la modelística y la sistémica, hasta la crítica también de las décadas de 1960 y 1970 y las reformulaciones actuales sobre su papel y grado de validez. La aproximación artística al hacer ciudad, que es la predomi- nante hasta el advenimiento de la Revolución Industrial, más tarde relegada con el triunfo del cientifismo y recuperada como discurso y práctica influyentes a partir de la década de 1960 por las corrientes morfologistas, está presente de mane- ra muy notable en ciertas corrientes del funcionalismo, que en esta taxonomía aparece en la tradición científico-técnica, significativamente en los países nórdicos. Porque, aunque en el funcionalismo predomina casi siempre el afán racionaliza-

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