Teoría y práctica del diseño urbano para la reflexión de la ciudad contemporánea

29 Metodologías y marco de acción del diseño urbano Diseño cívico: lo urbano desde las bases de la sociedad los elementos que se deben considerar en una propuesta inte- gral de diseño urbano. Además, el concepto de barrio ha sido uno de los vocablos más usados en las áreas de la urbanística y su área práctica del diseño urbano, siempre que se ha necesi- tado definir un área en la ciudad con características físicas homogéneas y problemáticas sociales comunes compartidas por un grupo de residentes (EHN, 2006; Fitch, 1990). Normalmente, la expresión “la calle de mi barrio” o “la plaza de mi barrio”, usada por muchos habitantes de la ciudad, de- nota una escala espacial y características morfológicas que pueden ser asociadas con distancias próximas entre la vivien- da y el espacio público circundante (Inzulza, 2012). Usando una amplia bibliografía al respecto, el barrio puede ser defi- nido como el área urbana que se localiza primeramente en el sector fundacional de una ciudad (o cercanamente a este, para el caso de un barrio pericentral) y, por lo tanto, ligado con sus orígenes, cuya consolidación normalmente fue originada por su vocación residencial (Almandoz, 2006; Hayden, 1995; Ormindo, 2002; Pavez, 2008; Rojas, 2004). Además, los barrios son integrados tradicionalmente por comunidades con con- siderable interacción “entre vecinos” y permanencia en esta área urbana desde sus orígenes. Desde esta perspectiva socio-cultural, el barrio se ha carac- terizado tradicionalmente a partir del establecimiento de relaciones sociales de carácter comunitario, sustentadas en un sentimiento de identidad cultural particular y compar- tida entre sus habitantes respecto del territorio habitado (Owens, 2002). Asimismo, el barrio se ha ligado con un fuerte sentimiento de pertenencia social de sus residentes, los cuales promueven la conformación de un espacio social integrado, en el cual la relación de equidad entre lo público y lo privado permite una intensa dinámica social, constituyendo un espa- cio con identidad propia que lo distingue del resto de la ciudad (Boyer, 1994; Tibbalds, 1992). De esta forma, el reconocimiento del barrio y su componente histórico como una porción sin- gular de la ciudad, se da por una clara identificación de sus componentes físicos (morfología urbana) y sociales (comuni- dad organizada). Más aún, si esta singularidad es entendida a la vez como parte de un conjunto, formado por un sistema de barrios que conviven por medio de relaciones perceptuales, tipológicas,

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