Género y Políticas Públicas: una mirada necesaria de la vejez
la trayectoria laboral, va a incidir en que la pensión de ese hombre y de esa mujer van a ser desiguales. Por otro lado, las edades de jubilación para hombres y mujeres son distintas. Chile es uno de los tres países de la OECD que tiene edades diferenciadas para jubilar: las mujeres a los 60 años, mien- tras los hombres a los 65 años (OECD, 2015). Menos años de cotiza- ción significan menos ahorro, ergo, menos pensión. Si bien la esperanza de vida ha aumentado para ambos sexos, las mujeres viven más años que los hombres y el sistema de AFP castiga esto a partir de tasas de mortalidad diferenciadas por sexo, por lo que el mismo monto se divide en más años. Entonces, a pe- sar de que una mujer tuviera el mismo monto de pensión que el de un hombre, al dividirlo por más años, las mujeres reciben me- nos. Como consecuencia, según datos de la encuesta CASEN (2017), en el caso de que una mujer haya trabajado el mismo tiempo que un hombre, su pensión probablemente va a ser 16,7% menor, ante iguales condiciones, el mismo tipo de trabajo, continuidad laboral, cargo, que la de un hombre. Aquí no estamos hablando de lagunas por labores de crianza: las pensiones de las mujeres son más bajas, aunque no haya nin- guna laguna. Esto, aunque adicionalmente las mujeres estén cui- dando a otras personas. Esto implica que las tasas de reemplazo, es decir, la proporción de la pensión en comparación al promedio de ingreso de los últimos diez años, es mayor en los hombres, con un 50%, que en las mujeres, de un 39% (Zilleruelo, 2017). Todos estos datos muestran que el actual sistema de previsión social y de pensiones en particular, desfavorece a las mujeres. Esto significa que el sistema de previsión social no es neutro en tér- minos de género. Es decir, no es lo mismo ser hombre que mujer durante la trayectoria laboral ni durante la vejez. No es porque te- nemos algunas diferencias biológicas, sino por los roles a los que se le atribuye ser hombre y ser mujer –el género–, y cómo esto afecta en la trayectoria laboral, su valoración y vejez. Por ejemplo, se espera que las mujeres cuiden y eduquen a otros y eso pasa a ser menos valorizado social y monetariamente en el mercado laboral que aquellas labores que están relacionadas con lo masculino. Las trayectorias diferenciadas entre hombres y mujeres se traducen en que las pensiones no son neutras en tér- minos de género. GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS: UNA MIRADA NECESARIA DE LA VEJEZ 48 49
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