Género y Políticas Públicas: una mirada necesaria de la vejez
Formamos parte de una cultura anti age y esto es terrible. ¿Por qué? No porque esté mal que uno pueda querer no tener arrugas, sino por lo que significa. Anti age es anti edad, premisa que tene- mos que empezar a problematizar pensando en por qué aceptamos ese tipo de mandatos, porque no dejan de ser mandatos sociales. En este contexto, no tenemos que hacer de los 90 los nuevos 50, como dice Anna Freixas en su libro “Tan Frescas”. “Mi abuela tiene 90 como mi bisabuela tenía 50”. No, no es así. Hoy tienes 90 y son los mejores 90, los mejores 80, los mejores 70. Hay que ponerle va- lor a la edad que tenemos. Si estamos absolutamente autoválidas, mucho mejor, porque eso es lo que pasa hoy con una mujer de 70: está participativa, no es la pobre viejita asexuada; tiene amantes, novios, pareja, o lo que fuere. En este sentido otro factor a considerar es la heterogeneidad. No hay un solo tipo de mujer: hay tantas mujeres como vejeces. Por lo tanto, cuando nosotros trabajamos con un grupo de mujeres mayores, tenemos que pensar que no es lo mismo las que partici- paron de la segunda ola feminista que las mujeres que votaron por primera vez. Acá ustedes en el ‘49 tuvieron voto femenino (Memo- ria Chilena, 2018), entonces tienen las que votaron por primera vez o las que tienen más de 66 años que nacieron ya sabiendo que el voto era su derecho. Entonces, todo este universo lo tenemos que considerar cuando hablamos de mujeres mayores, donde tampoco debemos olvidar al colectivo LGBT. No es lo mismo ser una mujer heterosexual que ha cumplido el mandato social, que ser una mujer mayor lesbiana que tuvo que ocultarse absolutamente toda la vida, que fue discriminada, que fue juzgada, que fue echada de su casa, o que si tuvo la suerte de poder decir que era lesbiana; que fue expulsada de muchísimos ámbitos sociales, laborales y de estudio. Y no es lo mismo ser una mujer trans. Las mujeres trans tienen un promedio de vida entre 35 y 40 años, entonces, esto también es una inequidad, y por más que nosotros cerremos los ojos y creamos que no existe, existe, y son sujetos de derecho y hay que tratarlas como tal. Otra inequidad es el analfabetismo. A nivel mundial, el 30% de las mujeres de 65 años son analfabetas, en comparación con los varones, donde la cifra es el 19%. Y volvemos a las diferencias entre países ricos y pobres, donde, en los primeros sólo lo es el 3% (UN DESA, 2015). GÉNERO Y POLÍTICAS PÚBLICAS: UNA MIRADA NECESARIA DE LA VEJEZ 18 19
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