Silvicultura en bosques nativos: experiencias en silvicultura y restauración en Chile, Argentina y el oeste de Estados Unidos
182 — Silvicultura en bosques nativos competidoras (nativas o invasoras) han incrementa- do significativamente su importancia, inhibiendo el establecimiento de la regeneración natural, la cual está impedida e incluso pueden existir cambios en el ambiente físico, como en el suelo, y una condición de sucesión detenida (Chazdon 2008, FAO 2009, Ghazoul et al. 2015). El aspecto crítico en los bosques degradados es la capacidad de las especies arbóreas para regenerarse después de una perturbación (Ghazoul et al . 2015). Esto puede ocurrir por la abundancia de especies competidoras en el sotobosque, pero también por la pérdida de polinizadores o dispersores de semillas en el ecosistema (Stanturf et al. 2014b). En general, en bosques muy degradados, la fauna que se alimenta de semillas de las especies que se reducen o desa- parecen se verá seriamente amenazada, pudiendo este agente de dispersión desaparecer (Smallidge y Greason 2004). En resumen, las prácticas que degra- dan los bosques a través de la extracción selectiva de algunas especies, como aquellas cosechas de madera sin criterios silviculturales, disminuyen la diversidad de especies arbóreas y pueden afectar la vida silvestre que depende de ellas como alimento o refugio. Contexto de la degradación de los bosques en Chile En Chile, los bosques nativos, a través de la histo- ria, han sido alterados o eliminados por la acción antrópica (Armesto et al. 1994, Donoso y Lara 1995). Factores determinantes en la disminución significa- tiva del bosque en la primera parte de la historia del país fueron el avance de la frontera agropecuaria muchas veces asociada al uso incontrolado del fue- go, la recolección de leña, las necesidades de madera para los centros poblados, la habilitación de las vías de transporte, la presión generada por el avance de la frontera urbana y la introducción de especies vegetales y animales exóticos. Estas son algunas de las causas subyacentes de la degradación de los bosques remanentes, varias de ellas asociadas a la pobreza de muchos pobladores rurales (Vergara y Gayoso 2004, Camus 2006, Neira y Pedraza 2012). Hasta el presente, la mayoría de los bosques nati- vos han sido sometidos a presiones que no conside- ran ninguna racionalidad técnica, ni mucho menos un principio de conservación, aplicándose deficien- tes métodos de explotación maderera caracterizados por la falta de manejo adecuado y el total desinterés por la renovación del recurso (Camus 2006, Otero 2006). La degradación de los bosques en Chile se asocia a la sobreexplotación del recurso y al inco- rrecto uso de ecosistemas y técnicas de extracción, sin criterios silviculturales (INFOR 2012), a través de la extracción selectiva de los mejores individuos de especies arbóreas comerciales (“floreo”) (Armesto et al. 1994) y el ingreso de ganado para aprovechamien- to del bosque como fuente de forraje y de protección (Zamorano-Elgueta et al. 2014). Tales acciones, en su conjunto, limitan el número de especies que pueden regenerar con éxito (Armesto et al. 2010, INFOR 2012). Según Zamorano-Elgueta et al. (2014), el ra- moneo y la compactación del suelo generado por la ganadería en el bosque son los factores con mayores efectos negativos sobre los bosques, especialmente en bosques primarios localizados en pequeñas pro- piedades. De todas maneras, la reiterada extracción selectiva de los mejores individuos arbóreos deja al bosque cada vez más empobrecido en cuanto a la calidad del recurso que lo compone (Armesto et al. 2010, INFOR 2012, Donoso 2013). En la región centro-sur de Chile se han interve- nido fuertemente los bosques desde mediados del siglo XIX, debido al alto valor o demanda de la ma- dera de algunas de sus especies. En esta región se encuentran dos tipos forestales de gran extensión, el siempreverde y el coihue-raulí-tepa (Donoso 1993, 2013). Los bosques siempreverdes ocupan una superficie de 3,5 millones de hectáreas y presentan alta diversidad de especies arbóreas, en su mayoría de valor comercial, y varias decenas de otras es- pecies vasculares (Donoso y Nyland 2005, Donoso 2013). Los bosques de coihue-raulí-tepa ocupan 787 mil hectáreas, pero tienen menor diversidad de
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