Producción interdisciplinaria: respuestas institucionales a la transversalidad del conocimiento
Doctorado en Filosofía, mención en Estética y Teoría del Arte - 89 necesidad interna de los nuevos indicadores— y el modo práctico y serio a la vez en que esta interdisciplinariedad es llevada realmente a cabo. Pues de algún modo ésta coincide con una especialización cada vez mayor, con una especialización que no se lleva a cabo experimentando con los materiales del pensamiento del arte —en cir- cunstancias en las que la experimentación es una extensión en lo impropio— sino en la soledad del proyecto. Sobre la soledad del proyecto Boris Groys dice algo bastante contundente: si le preguntamos hoy a cualquier colega en qué se encuentra trabajan- do, dirá de inmediato, casi como si se tratase de un acto reflejo, que lo hace en su pro- yecto. Pero lo que el proyecto significa es fundamentalmente una resincronización del tiempo que por un lado genera aislamiento, desconexión del tiempo de la vida en común, escisión y separación, e implica —por el otro— la práctica de respetar formularios en los que el investigador parece conocer por anticipado cuáles serán las consecuencia de lo que investiga, de manera que el porvenir ya no adopta la condi- ción de algo desconocido o un tema de la experimentación. No construimos futuros experimentando con las cosas; lo subordinamos a un prejuicio metodológico que lo anticipa. Lo que quiero plantear con esto es que las humanidades nunca habían sido tan sometidas como hoy a plantear sus problemas de modo interdisciplinar, y a la vez nunca antes como hoy habían sido aisladas de tal manera y con tal fuerza. Así, las personas ya no tienen que dialogar, establecer, generar problemas en común, porque cada uno, de alguna manera y a su modo, está en la soledad de su proyecto. Es lo que sucede, por poner un ejemplo entre miles, con la nueva exigencia de la publicación indexada: que no solo uniformiza los modelos expositivos, el pensa- miento que subyace a la escritura, a cómo escribir la filosofía, sino que además gene- ra un dique en la actividad pública del pensamiento, uno que aísla las prácticas entre sí y garantiza una vida académica inofensiva. Con esto, como sobra decir, lo único que se ha conseguido es separar al intelectual público del mundo de las transforma- ciones en el espacio de lo común, un espacio que no es cualquiera, pues se trata de ese espacio en el que la política se presenta como la manera autónoma que tenemos los hombres de pensar nuestros modos de estar juntos. Nos ocurre algo similar con lo que podríamos llamar las nuevas corporaciones del pensamiento: cada universidad, cada académico, cada práctica debe ser gestada desde una promoción de la institu- ción particular por la que se encuentra avalada. Nuestro doctorado está, desde luego, situado en esa encrucijada, tratando de establecer un equilibrio entre la tendencia a la especialización del pensamiento y la de recuperar modos de pensar en común. Por eso estamos muy interesados en desarrollar líneas de investigación que postulen problemas que mantengan una de- terminada comunidad: teoría de la imagen; arte y política; nuevos medios; teoría del lenguaje, etc. Todas estas líneas pienso que apuntan a algo similar: cambiar el es- tatuto de la teoría. Porque la teoría no se puede seguir pensando actualmente como
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