Producción interdisciplinaria: respuestas institucionales a la transversalidad del conocimiento
88 – Producción interdisciplinaria plinariedad sino, más bien, con hacerse cargo acerca de cómo lo interdisciplinario es hoy un disponible que está en los cimientos de la transformación de la subjetividad contemporánea. No se trata de que nosotros hayamos querido orientar el doctorado hacia una condición más interdisciplinaria de la que tenía constitutivamente; creo que es al revés: lo interdisciplinario ha implicado durante los últimos veinte años un cambio de estatuto del pensamiento, que pasó lentamente del campo de la filosofía política al de las prácticas estéticas. Por esto mismo diría que si hay una cualidad que tiene el Doctorado en Filosofía, es que es uno de los primeros programas que fue capaz de ponerse a la altura de que algo se había transformado radicalmente en lo que refiere a los procesos de conocimiento contemporáneo y que de alguna ma- nera asimiló eso, le fue haciendo lugar, y nosotros fuimos también desarrollando un aprendizaje en relación con lo que estaba ocurriendo ahí. Si este aprendizaje me interesa especialmente, es porque creo que afecta a los modos singulares en los que debería ser enfrentado el arte hoy en el contexto de una facultad como la nuestra. Esto incluye por supuesto a la universidad pública en su conjunto. Pues me parece que no hay que olvidar que la reflexión más fundamental sobre la universidad moderna, la de Kant, surge en este mismo período en el que la práctica de la filosofía y la práctica de la estética establecen una primera conexión. En el contexto de la transformación de la vida sensible, la universidad del siglo xviii no se piensa a sí misma como un lugar en el que debían ser asimilados ciertos cono- cimientos para intervenir en el mundo de la producción, sino como un lugar en el que la vida productiva era justamente sometida a una suspensión. Si la filosofía fue alguna vez para Kant la disciplina que, en virtud de desarrollar un tipo de investiga- ción no finalizada —una suerte de investigación no aplicada, como la llamará Bour- dieu—, debía mediar en el conflicto entre las facultades, ese lugar le correspondería por nuestros días al arte. Lo que ocurrió sin embargo es que las humanidades son sometidas día a día a competir con las ciencias aplicadas, mostrando que ellas en rea- lidad no pueden producir, al menos no pueden producir nada en los términos en los que hoy se entiende producir en un contexto como, por ejemplo, el del neoliberalis- mo actual. Esta es una inversión radical. Las humanidades habían sido las disciplinas que, interrumpiendo la productividad, administraban la competencia de los saberes. Y como sabemos: es eso lo que se invirtió hoy totalmente. Esta inversión ha generado una inercia también muy conflictiva, una inercia que vivimos en parte también en el doctorado y en relación a la cual tenemos un des- acuerdo en común: cada uno de los que estamos allí, siendo cada uno a su modo muy productivo en términos de publicaciones de libros, participación en coloquios, en mesas redondas, congresos, debates, direcciones de tesis, etc., coincidimos en que existe un conflicto severo entre la demanda de interdisciplinariedad —que parece acontecer a nivel formal, como parte de un enunciado irreflexivo, que circula como
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