Producción interdisciplinaria: respuestas institucionales a la transversalidad del conocimiento
86 – Producción interdisciplinaria con Kant en la Tercera Crítica: la de la analítica de lo bello y lo sublime donde, rigurosamente hablando, la estética adopta por primera vez en su historia una cierta dignidad filosófica. Esto significa que dos disciplinas que nos hemos acostumbrado a ver como próximas se acercan en realidad en un momento específico: la segunda mitad del siglo xviii. Y, como dijimos, esto implica un curioso maridaje: esta ciencia del conocimiento menor, que es la aisthesis, ingresa al campo de la filosofía. De este conocimiento fundado en la inmediatez de los sentidos se pasa entonces con Kant a la demarcación de una comunidad sensible. Pero por otro lado la filosofía cobra un ticket por esta operación: el mundo primitivo de los sentidos y de las sensaciones se transforma en un mundo mediado. Esta mediación opera a partir de lo que podría- mos llamar una “aculturación de los sentidos”, una cierta domesticación de estos. Se podría señalar, siempre de manera abierta y conflictiva, que este primer encuentro entre filosofía y estética acontece de este modo, uno según el cual el universo libre de los sentidos adopta una configuración sensible que modela la antigua relación de inmediatez con la experiencia. La relación entre filosofía y mundo de los sentidos se hace portadora desde en- tonces de un anudamiento conflictivo, un anudamiento que tendrá a partir de He- gel y el problema de la filosofía del arte una historia accidentada que experimentará en el curso del pensamiento contemporáneo una serie de intentos por ir más allá del programa estético. Esta pequeña historia la estoy contando porque creo que apunta al corazón de la relación que hace de contexto al desarrollo de nuestro programa doctoral. Un programa dividido por muy buenas investigaciones que o bien apun- tan a subordinar lo estético al ámbito de la filosofía o bien apuntan a exhibir los límites que la filosofía presenta respecto de la especificidad del quehacer estético. No se trata de optar por una cosa o por la otra, se trata de investigar a partir del malestar constitutivo de esta relación. Respecto de esto, se podría pensar en algunos autores como Benjamin, por ejemplo, relevantes a partir de los años treinta, del año 1934 o del año 1936, que son los del Autor como productor , La obra de arte en la época de su reproductibilidad técni- ca o El narrador , o en otros como el propio Aby Warburg, quien lo que en realidad está desarrollando es lo que Agamben llama una “ciencia sin nombre” en la que la legibilidad de la imagen no es más un asunto de la estética, la iconografía o el pensa- miento filosófico, sino un complejo proceso asociativo que no parece tener un fin, o en algunos más recientes como Lyotard, Rancière, Boris Groys o Sloterdijk, todos autores con puntos de vista muy diferentes entre sí pero de quienes se podría afirmar que resguardan una relación problemática con la fusión estética-filosofía. El programa de doctorado del que formo parte obedece y responde a este dile- ma. ¿Por qué? Porque no es un programa que se haya construido sobre la base de la fusión entre estos dos ámbitos —el de la filosofía, el de la estética—, ni tampoco es
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