Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
¿Malestar de qué?/ Macarena Orchard — Álvaro Jiménez – 79 vida: la rapidez con que la dictadura impuso el proceso de modernización chileno contrastaría con un pausado proceso de modernización que, en Europa, habría sido progresivo y amortiguado por formas tradicionales de sociabilidad 21 . En tal senti- do, se planteó que el malestar chileno era consecuencia de las contradicciones del progreso (el precio del éxito), así como el efecto de la no integración (rezago) de algunos sectores al proceso modernizador 22 23 . Mucho más recientemente, el discurso del malestar ha vuelto a tomar fuerza a raíz de las masivas movilizaciones sociales del 2011. Por cierto, en este nuevo escena- rio, se reeditaron algunas de las anteriores tesis de los ’90, pero también se abrieron otros focos de debate. Por un lado, obtuvo gran intensidad la idea de una agudiza- ción de los déficits de representación: indiferencia hacia la política institucional, altos niveles de desconfianza en las instituciones, crisis de legitimidad o desaproba- ción de los representantes. Lo que habría comenzado al modo de un desencanto y de una desafección con la política, sus instituciones y sus reglas, se habría transforma- do –ahora sí– en un verdadero malestar social: un fenómeno largamente incubado pero que no habría estallado hasta a convocarse mediante la abierta expresión rabio- sa contra las élites y contra las autoridades durante las manifestaciones del 2011 24 . Por otro lado, se instaló intensamente la sospecha de que el malestar era, en el fondo, un efecto de las profundas desigualdades que afectan a Chile, tanto en distribución del ingreso, como en el plano de la educación, de la previsión, de la salud, de la vi- vienda, etc.). Asimismo, se re-editó la tesis de la paradoja, aunque se la dotó de un renovado contenido. A diferencia de los ‘90s, donde la paradoja estaba dada por el desfase entre éxito económico e inseguridad social, en el 2011 lo paradójico estaba caracterizado en función de la coexistencia de altos índices de “bienestar subjetivo” (satisfacción individual) y de altos índices de malestar social asociados fundamen- talmente a un sentimiento de una ausencia de soportes biográficos para respaldar el desarrollo de proyectos de vida 25 . No es casual, entonces, que con motivo del lan- zamiento de su campaña presidencial, Michelle Bachelet sostuviera: “Sabemos que hay un malestar ciudadano bastante transversal. Lo hemos visto en los estudiantes 21 Norbert Lechner, “Desafíos de un desarrollo humano: individualización y capital social”, Obras escogi- das , vol. 2 (Santiago: LOM, 2007). 22 Eugenio Tironi, El sueño chileno. Comunidad, familia y nación (Santiago: Aguilar, 2005). 23 Si bien este diagnóstico ha sido, hasta hoy, sumamente influyente, él no ha dejado de ser constante- mente debatido. De hecho, rápidamente se le criticó de “reacción ideológicamente neo-conservado- ra” frente a un proceso de modernización, un crecimiento económico y un desarrollo social sostenido. Cf. José Joaquín Brunner, “Malestar en la sociedad chilena: ¿de qué, exactamente, estamos hablan- do?”. Estudios Públicos , nº 72 (1998): 173-198. 24 Alfredo Joignant, “El reclamo de las élites: desencanto, desafección y malestar en Chile”. Revista UDP , nº 9 (2012): 103-105. 25 PNUD, Desarrollo humano en Chile. Bienestar subjetivo: el desafío de repensar el desarrollo (Santiago: PNUD, 2012).
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