Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
62 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha la acción individual. La salud mental concierne a nuestras formas de ser afectados por nuestras formas de actuar , pero también a cómo actuamos en relación a estas afliccio- nes . De esta manera, ella entrelaza nuestros modos de acción y pasión. Aflicciones individuales y relaciones sociales: una extensión dual del sentido del sufrimiento mental Siendo esto así, no hay razón para sorprenderse de que muchos de los problemas recogidos bajo el título “salud mental” – incluyendo la depresión, las adicciones, el trastorno de déficit atencional e hiperactividad y otros – se han convertido en ob- jetos de intensa y continua controversia social. Las controversias en cuestión giran en torno al argumento de que estas condiciones son, de hecho, no sólo enfermeda- des que requieren tratamiento, sino también males sociales en que los valores y los ideales inherentes a nuestra forma de vida están en juego. En el centro del asunto se encuentran los valores que atribuimos a nuestras relaciones sociales; en la escuela, la familia, el trabajo y, por extensión, a la sociedad en su conjunto. Aunque estas enfermedades afectan a las personas de forma individual, también manifiestan un mal común que es social, incluso socio-político, en su naturaleza. Esta cuestión del valor de las relaciones sociales, de su valor humano, no puede dejarse de lado: es una característica intrínseca de estos temas; pertenece a su gramática. Es por ello que hablamos de patologías sociales. La preocupación por la explicación causal debe, sociológicamente hablando, ser remplazada por el reconocimiento de que el sufrimiento mental hoy se ha extendido desde un problema personal a ser curado, hacia una razón que intenta modificar las relaciones sociales perturbadas y las formas sociales de organización. En otras palabras, hemos visto un cambio en el estatus social del sufrimiento psíquico y una ex- tensión de sus usos, en especial en la esfera política. Esto ha adquirido un valor que se extiende mucho más allá del área de la psicopatología, lo que ha sido claramente confirmado por las nociones de “sufrimiento social o psicosocial”. Hay dos usos in- terconectados de la idea de una “patología social” que deben ser distinguidos en tér- minos sociológicos: (1) un uso que sirve para analizar las causas de un problema y los medios para actuar sobre él; este uso es práctico y singularizante (la depresión de esta persona es el resultado de escasas relaciones interpersonales dentro de esta área de la empresa ); (2) un uso que expresa un mal social más amplio. En este último sentido, se trataría de reacciones o formas de resistencia frente a cosas tales como la compe- tencia, la flexibilidad, el compromiso subjetivo requerido por las nuevas formas de gestión en el trabajo; en definitiva, la autonomía. Se trataría de maneras en que los seres humanos disputan su valor. En este caso, el uso es retórico y universalizante : el sufrimiento mental se aborda desde el punto de vista de un malestar en la sociedad. Esto último es exactamente lo que ocurre con el estrés laboral en Francia: no se trata
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