Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
56 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha zación del lazo social”, refiriéndose de estas diversas formas a un malestar que afecta tanto a la sociedad como al individuo, cuyo núcleo es la autonomía y cuya víctima es la vida en común (lo que los franceses llaman vivre-ensemble , o vivir juntos). En estos diferentes niveles y en las diferentes configuraciones, se toma a la salud mental para plantear la cuestión de la vida en común o comunitaria, de lo que serán los lazos sociales en las sociedades democráticas dominadas por el individualismo de masas y el capitalismo globalizado. Entre los protagonistas y observadores por igual, el malestar generalizado en la sociedad se expresa y entiende en términos de una psicologización, psiquiatrización, patologización, medicalización o incluso biologización de la vida social. La idea es que los vínculos sociales son cada vez más débiles y que, como resultado, el indivi- duo es obligado cada vez más a confiar en sí mismo, en sus capacidades personales, su subjetividad y su interioridad. Esto refleja un proceso triple que involucra a la desinstitucionalización, la psicologización y la privatización de la existencia huma- na. Estas diversas “-izaciones”, son tomadas para señalar que hay algo a la base de todo esto: a saber, la idea de que una sociedad verdaderamente “auténtica” existió en el pasado. El sufrimiento actual sería causado por la desaparición de una sociedad verdadera, es decir, de una sociedad con puestos de trabajo y familias auténticas, es- cuelas y políticas auténticas. Una sociedad en la que éramos dominados, quizás, pero también protegidos; una sociedad neurótica, tal vez, pero también estructurada. Este tema se ha vuelto tremendamente popular. Las sociologías que han teorizado esto, ya sean propuestas por psicoanalistas, neurocientíficos, filósofos o sociólogos profesionales, comparten una característica fundamental: todos ellos son individua- listas. Todos estos análisis contienen un defecto fundamental que, inevitablemente, confunde cualquier reflexión sobre el individualismo. Esta es la tendencia de tratar al individuo y a la sociedad como si fueran entidades distintas y, al mismo tiempo, a hacer los planteamientos en términos de oposición: subjetividad y objetividad, in- terioridad y exterioridad, naturaleza y crianza. Este conjunto de oposiciones puede resumirse en una ecuación que ha sido recurrente en los dos últimos siglos: la idea de que el desarrollo del individualismo responde a la decadencia de la sociedad, o bien a un conjunto de fenómenos de la sociedad que son equivalentes para la sensibilidad ideológica francesa. Estos últimos incluyen los vínculos sociales, la solidaridad, mar- cadores sociales, la política y así sucesivamente, todo los cual se relaciona con la vida comunitaria, que de hecho es la condición natural del hombre. El sufrimiento psicológico y la enfermedad mental son considerados hoy como una suerte de índice sociológico que muestra la magnitud de este declive. El miedo al debilitamiento de los vínculos sociales es, de hecho, una característica recurrente de las sociologías individualistas. Pero hay que reconocer que este temor es una idea común en estas sociedades; y esto quiere decir que es, en sí misma, una idea social :
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