Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

48 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha va a entender por salud mental y, entre otras cosas, señala que “el trastorno o enfer- medad mental afecta la homeostasis biopsicológica de un individuo, determinando una limitación en su vida de relación” 32 . Nuevamente resulta importante volver a leer a Canguilhem y, en particular, su cuestionamiento de la identificación entre salud y homeostasis. De hecho, Freud no era ajeno a esta manera de pensar; ahí está el Más allá del Principio del Placer , con todas sus metáforas 33 . La homeostasis freudiana es el principio del placer. Pero se trata de una homeostasis engañosa, pues ese placer se sumerge en los dominios de la pulsión, del goce; goce – como nos lo recuerda Lacan – sin el cual la vida podría no valer la pena. Hay que tomar todo lo dicho hasta ahora en el contexto de la gubernamentali- dad moderna y de la necesidad de tratar con poblaciones. Qué más agregar: ahí está la obra tardía de Foucault 34 . El axioma utilitarista de la máxima felicidad posible para la mayor cantidad posible de personas, lleva a la necesidad de cuantificar el malestar y el bienestar, la felicidad y, ciertamente, la salud mental. El tratamiento matemático del bienestar y de la salud mental es inherente a las políticas públicas tal como son concebidas hoy. Esto es un asunto serio y que merece un debate con altura: ¿qué es y qué no es cuantificable? En el colegio nos enseñaban a no sumar peras con manzanas y, sin embargo, ¡la felicidad de unos y de otros se puede sumar! Es triste que hayan alejado a los estudiantes de matemática de las facultades de Filosofía, de los teólogos, de los lingüistas, y los hayan colocado – como si fuera su lugar natural – junto a los ingenieros. Pero es un escándalo que los administradores (de todo tipo) se hagan llamar a sí mismos ingenieros. La matemática es una ciencia fascinante y, por lo mismo, parece funesto el uso que se hace de ella. Esta idolatría por la cantidad, por los índices; esta dictadura de las estadísticas que nos hace es- clavos de los puntajes y de los ránkings, los cuales además nos ponen en la lógica especular. Es curioso, pero el resultado de ser tratados como un número, donde se haría el efecto de ser un uno , no tiene el poder de la identificación simbólica y, por el contrario, nos lleva a vivir en competencia, algo más bien propio de la dinámica especular: aquella en la que el sujeto se sitúa como el uno . La noción clave en todo esto es la de población . Porque el psicoanálisis –nuevamente volvemos a la antro- pología psicoanalítica–, al decir que hay inconsciente, está diciendo que hay algo opaco, particular, no sumable, y que es precisamente eso lo que hace síntoma. La población, por el contrario, es un concepto ecológico: es un agregado de organis- mos. El sujeto psicoanalítico, por su parte, es lo no sumable en cada cual. Por eso, 32 MINSAL, Políticas y Plan , 5. 33 Cf. Sigmund Freud, “Más allá del principio del placer”, en Obras Completas de Sigmund Freud, vol. 18 (1920; Buenos Aires: Amorrortu, 1992), 1-62. 34 Michel Foucault, Seguridad, Territorio, Población. Curso en el Collège de France, 1977-1978 (México: Fon- do de Cultura Económica, 2006).

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