Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

Malestar en Chile, política sanitaria y psicoanálisis / Gonzalo Miranda – 47 venido de la mano de los sectores más conservadores de la sociedad, que por tradi- ción religiosa no son enteramente indiferentes hacia la pobreza. Eso permite que exista un diálogo con la izquierda más tecnocrática, porque tienen un punto de en- cuentro: la equidad. Claro que, también, esto estrecha el horizonte político y reduce el debate a cuestiones instrumentales. Por lo menos cabe preguntarse si el estallido de malestar que hemos visto estos años tiene algo que ver con la incapacidad del sistema político nacional para producir efectos a nivel simbólico, con la sensación de indefensión y de vulnerabilidad ante las arbitrariedades que origina el vacío de legalidad simbólica. No lo sé. Puede que sea una visión demasiado optimista sobre las movilizaciones sociales. Hablé de un renacimiento del humanismo aristotélico, pero cruzado por la teo- ría de la evolución darwiniana que, a fin de cuentas, no es sino una metáfora puesta en la naturaleza de la filosofía política inglesa, la cual termina convirtiéndose en un relato teleológico. Puede que, en Chile, el término “adaptación” no sea políticamen- te bien visto y, por eso, hay que darle a la felicidad un matiz adaptativo 29 . En todo caso, eso parece ser la salud: el completo estado de bienestar biológico, psicológico y social; o sea, la vieja armonía. Ya no hay tragedia, ya no hay dilema. Eso es pensar nuevamente en un organismo y en su medio, no en un sujeto. Aunque también el organismo –si por aquello queremos indicar que ahí hay vida– posee su comple- jidad. Sería importante releer a Canguilhem, cuando en Lo normal y lo patológico hace justamente un análisis bastante crítico de la noción fisiológica de la salud, lle- gando a plantear que la vida es precisamente aquello que contiene la posibilidad del error 30 . Pues eso es el sujeto para el psicoanálisis: un error, un error del Otro. Nada más cierto que aquel dicho: errar es humano. Por eso Lacan insiste en que el sujeto es el síntoma. Freud, por cierto, piensa en términos de organismo, habla de aparato mental y del inconsciente como si fuera, a ratos, una máquina. Pero ese órgano nos pone en contacto con otra cosa que, para decirlo de una vez, concierne la sexuali- dad, la cual no es necesidad sino pulsión. En los primeros capítulos del Seminario xi , Lacan nos recuerda que eso es lo sustancial del inconsciente freudiano, que nos conecta con otra cosa, con lo innombrable 31 . Y eso nos lleva, a su vez, a la dimensión ineludiblemente ética del psicoanálisis y, por lo tanto, al sujeto. El “Plan Nacional de Salud Mental” de 1993 dedica dos páginas a definir qué se 29 Es interesante que en los EE.UU ., en nombre de la adaptación, se ha generado alguna polémica que cuestiona el ideario de la felicidad al interior de la psicología. Véanse, por ejemplo, los trabajos de June Gruber, directora del Laboratorio de Emoción Positiva y Psicopatología de la Universidad de Yale. Cf. June Gruber y Judith Tedlie Moskowitz (eds.), Positive Emotion: Integrating the Light and Dark Sides (New York, NY: Oxford University Press, 2014). 30 Cf. George Canguilhem, Lo normal y lo patológico (1966; México: Siglo XXI, 1986). 31 Jacques Lacan, El seminario, Libro XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis , 1964 (1973; Buenos Aires: Paidós, 1987).

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