Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
46 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha vincula a otros, hace sociedad, cultura, civilización, pero eso supone importantes sacrificios y, en razón de ello, malestar. Por eso Freud es uno de los llamados maestros de la sospecha de la promesa moderna. Hay dos maneras de enfocar y sostener los procesos de modernización. Por una parte, está la modernización social a través del derecho y, por otra, a través de la economía. El psicoanálisis es un producto moderno, un síntoma moderno, que sospecha de ambas pero no por eso es una incitación a la barbarie. Después de la Dictadura que hemos vivido en nuestro país hace algunas décadas, aquella sospe- cha necesita ser matizada. Chile era un país bastante legalista. De hecho, durante la primera mitad del siglo xx, contó con una institucionalidad que nada tenía que envidiarle a Europa. Pero no contaba con los mismos recursos. De ahí que ciertos economistas destacados, como Aníbal Pinto Santa Cruz 28 , plantearan la urgencia de una modernización económica del país. Esa fue, también, la propuesta de la Dicta- dura, modernización económica pero con una novedad: las regulaciones, la ley, el derecho, se convirtieron en un obstáculo para el correcto funcionamiento del mer- cado, eran ineficiencias. Entonces, Chile creció económicamente, eso es innegable; aunque también es innegable que eso tuvo consecuencias, que el tránsito de una sociedad de ciudadanos a una de consumidores no fue gratis. Pero volvamos una vez más a la educación –la cual ha sido el tema que, desde hace algunos años, ha saltado a la escena–, donde las regulaciones son mínimas, por no decir casi absurdas. En efecto, para abrir una universidad no hay más requisitos que una definición sobre los productos (títulos) que se les autoriza vender. A ello se suma un sistema de acreditación que, fundamentalmente, evalúa rendimientos en términos de la gestión y de la docencia –esta última concebida en términos de input (cuántos alumnos ingresan) y output (cuántos egresan)–, al tiempo en que se centra únicamente en los mecanismos utilizados para asegurar que lo que dice que se pro- duce sea lo que se produce. En todo lo demás, resultaría mejor dejar que el mercado regule la industria. El desconocimiento del valor simbólico de la ley, en este caso, está haciendo que las normas puedan ser relativizadas e instrumentalizadas porque, a fin de cuentas, el cliente está pagando por un servicio y eso sería lo central. Por ello, los niveles de arbitrariedad al interior de las universidades son tan altos. En el fondo, es la ley de “el cliente tiene la razón”, mientras que el reverso es, por cierto, la máxima según la cual el cliente es estúpido y está ahí como objeto de la codicia del Otro. No es de extrañar, entonces, que la palabra más repetida en los grupos focales y en las entrevistas sobre malestar social en el Chile de nuestros días es “abuso”. Ahora bien, parece interesante que la liberalización económica en Chile haya 28 Cf. Aníbal Pinto Santa Cruz, Chile. Un caso de desarrollo frustrado (1953; Santiago: Editorial Universita- ria, 1996).
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=