Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
38 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha decir, que no se mejoran con lo que deberían, o les duele ahí donde no hay nada, pues gracias a ellos se mantiene viva la clínica. Antes de pasar a hablar de salud mental vale la pena mencionar que los “indica- dores duros” de salud mostraron retrocesos en muchos países, luego de una década de implementación de las reformas sugeridas por las agencias internacionales. Así, junto con el nuevo milenio, llegó una “segunda etapa de reformas”, la cual es más de lo mismo pero con un énfasis un poco mayor en la protección social. Ya dije que a los últimos gobiernos de Chile les ha gustado ser los mejores alumnos de las agen- cias internacionales, y ha sido gracias a ello que han progresivamente entrado a las políticas públicas conceptos tales como: gestión de riesgos, análisis de buenas prác- ticas, capital humano. Así también se ha dejado de hablar de pobres para empezar a hablar de vulnerables. Toda esa retórica de los últimos años de la Concertación y de la actual Nueva Mayoría está, por entero, copiada de los textos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Es triste decirlo, pero los gobiernos chilenos posteriores a la dictadura han inventado muy poco. Por cierto, han gobernado, lo cual no es insignificante si se considera como están las cosas en estos días. Pero lo han hecho de manera muy poco creativa. Tal vez faltó esperanza, y sin esperanza no hay indignación ni coraje. Y para crear se necesita valor. Salud pública y salud mental En Chile, hacia finales de los años ‘60, hubo algunas experiencias iniciales en el cam- po de la psiquiatría comunitaria que buscaron articular enfoques de medicina social con los problemas de salud mental. Psiquiatras como Juan Marconi, Luis Weinstein y Martín Cordero fueron pioneros en llevar a la práctica, de manera más o menos politizada y en mayor o menor sintonía con la antipsiquiatría, experiencias que pro- blematizaban el enfoque psiquiátrico hospitalario. Por supuesto, todo eso quedó trunco con el Golpe de Estado de 1973. En el año ‘90, con el retorno a la democracia retorna también el enfoque comunitario a los círculos oficiales. Así, en 1993, nace un primer “Plan Nacional de Salud Mental” 12 que, en gran medida, se inspiraba en la “Declaración de Caracas” de 1990, donde se propuso una reestructuración de la atención psiquiátrica en América Latina. En realidad, se estaba pensando en superar el modelo asilar para el tratamiento de los trastornos psiquiátricos severos, y es por ahí que se introdujo el enfoque comunitario. Es decir, no tenía mucho que ver con el movimiento de la psicología comunitaria latinoamericana. Aun así, el mundo había cambiado: por una parte, la comunidad de antaño parecía ser más bien un anhelo romántico y no una realidad efectiva; y, por la otra, la política y las políticas públicas 12 Ministerio de Salud [MINSAL], Políticas y Plan de Salud Mental (Santiago: Publicaciones de Salud Mental, 1993).
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