Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
Malestar en Chile, política sanitaria y psicoanálisis / Gonzalo Miranda – 37 la mbe esto no es necesario: la evidencia es lo evidente y punto. Hay una sola manera de producir verdades sobre aquello que cura. De este modo, lo que nació como un movimiento subversivo ante el poder de la tradición en medicina, se ha transforma- do en una enorme transnacional vinculada a grandes grupos económicos. A pesar de las buenas intenciones de Archibald Cochrane y sus discípulos, ya no estamos en el siglo xvi o xvii, cuando la ciencia era una tarea solitaria, políticamente incorrecta, riesgosa incluso; hoy se ha se ha convertido en una gran burocracia internacional, que norma sobre lo correcto y lo incorrecto, lo verdadero y lo falso, lo publicable y lo no publicable, y que se financia en gran medida por los aportes de sus beneficiarios directos: el llamado “complejo médico-industrial”. Eso permite entender por qué los cálculos de costo-efectividad –los cuales sólo son posibles en tanto se asuman una enorme cantidad de supuestos que han sido fuertemente impugnados por la disciplina epistemológica hace ya varias décadas– sean hoy en día incuestionables. Implica, también, asumir que los trastornos o enfermedades son categorías ontoló- gicas inmutables, además de simplificar y estandarizar, a veces hasta lo irracional, los procesos de mejoría y de curación. Los diagnósticos son siempre para algo. El diagnóstico para orientar la terapéu- tica es una cosa distinta al diagnóstico para la estadística, mientras que, cada vez más, se diagnostica para generar categorías contables y, de paso, prescribir tratamientos estandarizados. En el fondo, se trata de producir salud al modo en que se fabrican bicicletas, zapatos o, para ser más exactos, de la manera en que, en una cadena de montaje, se fabricaban los Ford T: en eso se ha convertido el auge-ges. Hay que decir, a su vez, que los sistemas de gestión son formas de disciplina- miento, por lo demás, bastante efectivos. Los sistemas de registro, las evaluaciones del desempeño, los sistemas de acreditación de la calidad, los incentivos por meta, etc., van modelando la mente y las prácticas de los profesionales de la salud –y de los pacientes– hasta el punto en que los supuestos sobre los que han sido instalados estos elementos se tornan invisibles. Por eso no es sorprendente que, a diferencia de lo que ocurría hace 20 o 25 años, hoy se pueda observar bastante docilidad en los profesionales del sistema público de salud frente a esta manera de organizar los servicios, sobre todo en los más jóvenes. Sólo se observa algún desagrado cuando la lógica económica es demasiado explícita, pero si se adorna con discursos sobre lo psicosocial o lo comunitario, las resistencias desaparecen 11 Claro que también hay bastante cinismo. Sabemos que las estadísticas – transformadas en un fin en sí mis- mas – mienten bastante. Hay que dar gracias a los pacientes que hacen síntomas, es 11 Gonzalo Miranda, “El enfoque comunitario en la articulación entre salud mental y salud pública: el caso chileno”, en María Irene Mañana y María José Boada (comps.), Memorias del I Congreso ecuato- riano de psicología comunitaria. Desafíos de la psicología para el siglo XXI (Quito: Ediciones Abya-Yala, 2008), 159-176.
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