Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
36 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha dinero. Por eso, al dejar que sea el mercado el que regule la oferta y la demanda, lo que ocurre es que los servicios se concentran donde está el dinero. Es por esta razón que, hoy, los colegios, las universidades, las clínicas, los prestadores de salud, etc., se tienden a aglutinar en no más de tres o cuatro comunas de todo Chile. Y, en la medi- da que somos un país relativamente pobre, la mayoría de los chilenos no resultamos atractivos para la empresa privada, lo cual nos lleva a tener un sistema de salud para una minoría con altos ingresos y otro sistema para pobres. Ya sabemos que tenemos una educación para ricos y una educación para todos los demás; y si –como se cons- tata hoy– el modelo educacional fracasó, el modelo de salud puede que sea el próxi- mo en movilizar malestar hacia las calles. ¿Cuál es la alternativa entonces? Hace una década fue seguir las orientaciones del Banco Mundial, ajustando la oferta y la de- manda en función de la utilidad; utilidad para un colectivo incierto que, llamado “país”, poco o nada pudo (y ni aún hoy puede) realmente opinar sobre este asunto. Como lo decía en otra ocasión 10 , el problema de ese enfoque es que el binomio economía-gestión triunfa no sólo sobre la clínica sino también sobre la política; el debate público queda subsumido en la definición de objetivos, metas e indicadores, mientras que el debate ético queda, de paso, reducido a la eficiencia como impera- tivo categórico. Por eso los criterios de costo-efectividad, costo-beneficio y costo- utilidad se transforman en dogmas de fe. No se trata que la gestión no sea importan- te o que sea irrelevante preocuparse por los costos. De ninguna manera. El asunto tiene que ver con las distorsiones que se producen cuando, por ejemplo, la obsesión patológica por los indicadores y las estadísticas se impone para sugerir que lo que no se puede medir no existe. Esa urgencia, entre ingenua y terca, por “datos duros” (da- tos que, hay que decirlo, sólo existen al interior de cabezas duras) que, mediante el desvío por una serie de artificios matemáticos complejos, termina ocultando temas de fondo; temas, a fin de cuentas, ideológicos: ¿qué es la utilidad? ¿para quién es la utilidad?. Datos duros que, por cierto, muestran a Chile con los mejores índices de la región, incluyendo aquellos de Desarrollo Humano. Si nos fiáramos de tales datos duros, ¡resulta absurdo que existan chilenos protestando en las calles! Tenemos ahora que dar un rodeo inevitable por la epistemología. Parece raro tener que hablar de epistemología en un contexto como este. Pero el nuevo enfoque sobre las políticas públicas de salud produce una unión muy estrecha entre la Eco- nomía de la Salud y el movimiento de la “Medicina Basada en Evidencia” (mbe). Y si hablamos de evidencia, tenemos que hacer epistemología. Para quienes promueven 10 Gonzalo Miranda, “Políticas públicas y salud mental en el Chile de hoy”, Medicina Social 6, nº3 (2011): 259-265. Cabe señalar que el artículo retoma la presentación realizada en el “foro-protesta” organi- zado por los estudiantes del Magíster en Psicología Clínica de la Universidad de Chile el 13 de julio de 2011, en el frontis de la Casa Central de la Universidad, con el título “Historia, Políticas Públicas y Salud Mental”.
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