Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

¿Freud sin malestar? / Pierre-Henri Castel – 25 daño, es entonces que se les comienza a decir que son efectivamente malvados. De suerte que me atrevería a decir que un hombre malvado es lo mismo que un niño robusto ( malus est puer robustus ), o que un hombre que tiene el alma de un niño; que la maldad no es otra cosa que la falta de razón en una edad en la que ella acos- tumbra llegar a los hombres, por un instinto de la naturaleza, que debe ser entonces cultivada por la disciplina y que se encuentra ya suficientemente instruida por la experiencia de los daños y de los infortunios pasados 18 . La traducción de malus est puer robustus es objeto de debate. ¿Hay que leerlo: “ el malvado es un niño robusto”, o bien “un niño malvado es un niño robusto”? Por cier- to, Bayle, Rousseau, Diderot, Helvétius y muchos otros tendrán opiniones divididas sobre este punto. Es posible ver que, en función de las traducciones otorgadas a esta fórmula, se concibe una gradación de los pesimismos respecto a la naturaleza del hombre, sobre la cual el propio Hobbes –supongo– no quiso tomar una posición definitiva (la teología ha limitado, desde siempre, el grado de esta maldad que, en buena ortodoxia, no puede ser absoluta). Freud, quién ignora las polémicas entre los lectores de Hobbes, tampoco encuen- tra lógico el punto de partida. De hecho, desde el momento en que hay un organismo individual que, junto con otros, compondrá la sociedad bajo un orden de limitacio- nes y, por tanto, donde la vida social es, en sí misma, una renuncia pulsional (aunque Hobbes admite que el acceso de los hombres a la razón estaría igualmente ligado a “un instinto de la naturaleza”), se sigue que sólo es posible comprender la dimensión pulsional del niño mediante la demostración circular de lo bien fundada de la génesis hobbesiana de lo social. La ley socializante en Freud, así como enHobbes, será en con- secuencia un orden convencional y revisable, un artificio sobreañadido por la razón. Por lo demás, gracias a la correspondencia conMarie Bonaparte, se sabe que Freud no había jamás estimado que la prohibición del incesto con la madre fuera otra cosa que una convención revisable; no ha tenido nunca –¿y cómo habría podido?– la for- ma de una invariante de tipo estructural, capaz de condicionar a priori la relación del deseo con una pérdida originaria 19 . Según Freud, aquello sólo se encuentra en el estado psíquico actual de los hombres: perpetrar este incesto conduciría a una descarga in- tolerable de culpabilidad. Pero, no obstante, se aventura a juzgar también que en fun- ción de una cura empujada hasta su término, o bien en relación a otras circunstancias históricas, se llegaría incluso a evitar dicha culpabilidad (aunque en la misma época Freud igualmente afirma que la cura es “interminable”). Evidentemente, estamos en 18 Thomas Hobbes, De Cive or The Citizen (1651; New York: Appleton-Century-Crofts, 1949), 12-13. [La traducción es nuestra]. 19 Carta de Freud a Marie Bonaparte, 30 de abril de 1932. Cf. Ernst Jones, Sigmund Freud : Life and Wor k, vol. 3 (Londres: Hogarth Press, 1950), 484. Ver también, John Forrester, Dispatches from the Freud Wars: Psychanalysis and its Passions (Cambridge: Harvard University Press, 1997), 83-84.

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