Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
206 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha estaba determinado por toda una escala de jerarquías espirituales) aparecían ciertos objetos que bien merecerían la calificación de fetiches, en la medida que no remitían a ningún discurso ni ritualidad específica, agregando que se trataba, en general, de ídolos importados desde grupos extranjeros. En algún otro momento podríamos haber hablado de una museografía nuer, pero Pouillon no lo hace y tampoco lo hare- mos aquí. En lugar de eso, el autor planteaba que, en su in-significante materialidad, estos objetos, en lugar de marcar un afuera irreductible a la significación, en realidad no dejaban de cumplir una función estructural. Y, para ello, se despachaba como conclusión del texto el siguiente párrafo: Todo fetiche aparece entonces como uno de los dos límites del simbolismo, este límite que declaramos inferior porque estamos habituados a considerar como supe- rior aquel en cuya dirección lo simbolizado se separa del símbolo en lugar de fundir- se con él [aquí Pouillon piensa, sin nombrarlo, en aquellas categorías del tipo mana tal como las conceptualizara Lévi-Strauss veinte años antes] 23 . El fetiche por un lado, la palabra abstracta por el otro, determinan el campo simbólico, forman parte de un mismo sistema que fundan en conjunto 24 . El fetiche es, así, devuelto al redil de la estructura mediante la astucia del significante flotante, en tanto signo que significa la significación, con la sutileza de distinguir entre aquel que la significa significando cualquier cosa y aquel que la significa signi- ficando la cruda materialidad del significante 25 . Pero, un poco antes, refiriéndose a la posición que esos fetiches nuer ocupan en su modelo religioso, habla de una dificultad inherente al sistema. Se trata de la pa- radoja que “en definitiva sólo del fetiche, en desmedro de su materialidad flagrante, no se puede hablar más que en términos de Espíritu; la razón es que el vínculo del Espíritu con la realidad que le está asociada es cada vez más estrecha a medida que se desciende en la escala, [y] que se asocia el Espíritu a realidades más estrictamente materiales”. Así, concluye: “de estas, en efecto, puesto que no son nada por ellas mis- mas, no se puede decir más que una cosa: que son Espíritu” 26 . Para concluir, volvemos a la onu de la mano de Pouillon, constatando con ello que el derecho conferido a detentar derechos espirituales pareciera tener que ver, 23 Claude Levi-Strauss, “Introduction à l’œuvre de Marcel Mauss”, en Marcel Mauss, Sociologie et anthropologie (1950; Paris : PUF/Quadrige, 1999), IX-LII. 24 Jean Pouillon, “Fétiches sans fétichisme”. Nouvelle revue de psychanalyse , nº 2 (1970): 147. [La traduc- ción es nuestra]. 25 Doble operación por la que – como lo deja ver Roy Ellen en su comentario a Pouillon – ambos límites de la significación se confunden pues, a su manera, el significante que, como la palabra Dios, no significa nada en específico – o que lo significa todo – se vuelve, a su manera y en su inmediata ma- terialidad lingüística, el significante de sí mismo. Roy Ellen, “Fetishism”. Man 23, nº 2 (1988): 221. 26 Pouillon, “Fétiches”, 146. [La traducción es nuestra].
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