Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

El culto moderno a los indígenas / André Menard – 203 con la percepción internacionalizada de estos pueblos como con la articulación de un discurso político formulado desde la condición monumental así constituida. Y es, en este nuevo contexto de valoración del monumento, que en Chile vemos nacer en 1910 la Sociedad Caupolicán Protectora de la Araucanía, por la cual se articulaba una instancia de representación política de una “raza” declarada en vías de extinción por la razón científica e historiográfica dominante 14 . Es también, esta vez a nivel in- ternacional, el momento de las incursiones del primer representante indígena en un organismo internacional, el jefe iroqués Deskaheh, quién se presentó, vestido con su tocado de plumas tradicional, ante la Liga de las Naciones para reclamar, en 1923, los derechos soberanos de su pueblo. Sin embargo, habrá que esperar hasta las últimas décadas del siglo xx para que estas demandas logren, por fin, ser reconocidas para concretarse en instrumentos de derecho internacional, como es el caso del Conve- nio 169 de la oit o, más tarde, la ya citada Declaración de las Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas. Pese a ello, aún en tales instrumentos jurídicos no deja de reafirmarse una forma de monumentalización del pueblo indígena determinada por el valor de antigüedad. De hecho, si revisamos las definiciones operacionales que estos organismos han ela- borado para referirse a algo así como un pueblo indígena (a veces llamados tribales o autóctonos), vemos que en ellas se retienen al menos cuatro factores básicos: prime- ro, la ocupación de un territorio específico, sobre todo en América, así como su ca- rácter original y anterior a la llegada de colonos; segundo, la perpetuación voluntaria de ciertas características culturales – entre las que, por supuesto, destacan los valores religiosos y espirituales; tercero, la autoidentificación colectiva y su reconocimiento por otros grupos; y, en cuarto lugar, una experiencia de exclusión, discriminación, de sometimiento o de expropiación 15 . En pocas palabras, el pueblo indígena se de- fine por una anterioridad al Estado – y una relación originaria con el territorio –, una diferencia (codificable en términos espirituales) y una vulnerabilidad. Valor de antigüedad, entonces, por la anterioridad y la vulnerabilidad, pero también por la diferencia cultural que, por ser subjetiva, no remite – como vimos – tanto al conte- nido cultural específico como a la mera percepción de la diferencia. Igualmente vimos cómo, con el desalojo de la raza como categoría ordenadora de estas diferencias, la particularidad del contenido cultural se disolvió en el valor general de la vulnerabilidad. Surge así la pregunta por el destino que, en este marco 14 Por ejemplo, y sólo dos años antes, el etnólogo Tomás Guevara temía la extinción de la “raza arauca- na” debido a una conjunción de falta de nacimientos, degeneración por el alcohol y “predisposiciones morbosas, más abundantes en la sociedad araucana que en la civilizada”. Tomás Guevara, Psicolojía Araucana (Santiago: Imprenta Cervantes, 1908), 164-165. 15 Frédéric Deroche, Les peuples autochtones et leur relation originale à la terre (Paris: L’Harmattan, 2009), 19-20.

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