Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

202 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha una siempre ambigua y positiva espiritualidad indígena, mientras que, en el otro, de oscuros y rígidos fundamentalismos. De esta forma, no es difícil constatar que, así monumentalizados, los pueblos indígenas funcionen al modo de un espacio de proyección de valores y principios de la modernidad, como lo es la imagen de un espacio mundial globalizado (pueblos indígenas o autóctonos constituyen una cate- goría trasnacional), de una idea de la naturaleza en tanto alteridad absoluta frente a la historia (correlativa del supuesto ecologismo connatural a la condición indígena) y de la consecuente relatividad de las culturas 10 , así como lo es también el postulado de cierto sustrato de universalidad sobre el cual puedan sostenerse valores y derechos de una humanidad total. Esto puede explicarse por el hecho de que – como dice Rie- gl – el valor de antigüedad “no es más que un aspecto de un fenómeno que domina los tiempos modernos, la emancipación del individuo” 11 ; tesis que Déotte parafrasea al hablar de “un valor que es el horizonte del surgimiento del individuo moderno, sobre la ruina de la comunidad” 12 . Pero aquello que esta lectura – centrada, como lo está, en una filosofía de la percepción – no puede asumir es el surgimiento consecuente de otra subjetividad: ya no esa del sujeto moderno de pie frente a la ruina, sino que esa de la ruina misma vuelta sujeto y, aún más, sujeto de demandas políticas. Y si, por el valor de anti- güedad, el sujeto moderno se sustrae como singularidad individual del plano de la comunidad y de la tradición (se inmuniza, como diría Esposito 13 ), el sujeto indígena se sustraerá, a su vez, de la común ciudadanía nacional moderna y, en tanto ejemplar de una comunidad propia por definición incomunicable (inmunidad de una comu- nidad), será la comunidad por él representada la que se sustraerá de la comunidad internacional de las naciones y de sus soberanías estatales. Sustracción, en un caso, del individuo ante un mundo en ruinas, sustracción, en el otro, de la ruina o del monumento respecto del plano de una cotidianidad profana. Ahora bien, volviendo a la hipótesis con la que iniciamos este texto: esta sus- tracción no corresponde a otra cosa que a la exclusión de los pueblos indígenas fuera del plano común de un derecho de gentes y de una política horizontalmente inter- nacional, por efecto de la instalación de los regímenes coloniales decimonónicos. Lo que, a principios del siglo xx, introduce el valor de antigüedad tiene que ver tanto 10 Pensamos aquí en la noción desarrollada por Descola de “naturalismo” como perspectiva cosmológi- ca propiamente occidental, y caracterizada por esta distinción ontológica entre el plano absoluto de la naturaleza versus el plano relativo de la o las culturas. Cf. Philippe Descola, Par-delà nature et cultura (Paris: Gallimard, 2005), 241. 11 Riegl, El culto moderno, 39. [La traducción es nuestra]. 12 Jean-Louis Déotte, Catátrofe y olvido. Europa, las ruinas y el museo (1994; Santiago: Cuarto Propio, 1998), 43. 13 Roberto Esposito, Communitas. Origen y destino de la comunidad (1998; Buenos Aires: Amorrortu, 2003).

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