Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

Sobre el don y el superyó o de la trasposición de la deuda en deber / Esteban Radiszcz – 193 del don reside en su obligación. En tal sentido, el mandato del don se resuelve en un dudoso don de mandato que queda enteramente inexplicado 23 . En el fondo, lo que se instala es una reducción de lo social a una mera articulación lógica pero, por sobretodo, la Ley es promovida a una condición trascendental, independiente del don e, incluso, independiente de lo social mismo. Uno se podría preguntar por lo que sucede cuando la circulación del don se interrumpe: ¿significa eso que la Ley fracasa? ¿Deberíamos por ello suponer, tal y como se lo ha hecho en otros ámbitos, un discutible declive de aquello que se instituye como garante de la Ley? La fenomenología misma de los quiebres en la circulación del don contraría esta posibilidad. En efecto, difícilmente se puede escapar del don, pues la trasgresión de sus obligaciones se encuentra regularmente sancionada por un castigo cuya eficacia es, precisamente, la reintroducción del don. El don debe ser ofrecido, nunca toma- do, de suerte que el robo transgrede la obligación de recibir y, con ello, imposibilita la obligación de devolver. El ladrón, en consecuencia, debe devolver, dar una parte de sí: de su cuerpo, de su salud, de su libertad y, a veces, la vida misma. Del mismo modo, uno de los más importantes momentos de la circulación del don es aquel que ocurre entre los dioses y los hombres, determinando que su interrupción derive en plagas, en hambre, en penurias, es decir, en un don de muerte. El sacrificio de un cordero, una virgen, un hijo o de Cristo mismo es el don exigido para re-establecer la alianza entre los hombres y los dioses. En tal sentido, la obligación reside en el don mismo, se inscribe en la cosa dada y se realiza por su entrega concreta. Pero, ¿qué es eso que el don entrega y qué es aquello que, en él, se imprime como obligación? ¿Tendremos que resignarnos con la respuesta de Mauss y dar crédito al animismo del hau ? Siguiendo a Lacan 24 , el orden simbólico que parece regir la circulación del don opera según una oposición entre tener y no tener que trae consecuencias en el ser. En razón de que tengo y tú no tienes, entonces me obligo a dar para ser bueno, humano, poderoso o todo aquello que lo social determine como su efecto en el plano imagi- nario. Resulta evidente, entonces, que el don está en directa relación con la circula- ción de la falta que introduce la castración y con el significante que la indica: el falo. Aquel que da deja en falta al otro aun cuando sea él quien, dándolo todo incluso, es aquel que ha quedado sin nada. Por su parte, quien recibe no podría hacerlo si no se encontrase en falta, de modo que lo recibido introduce una falta aunque se haya quedado con algo o, incluso, con todo. ¿Significará esto que lo ofrecido en el don sería el falo? Pero, ¿de qué falo se tra- taría: de la significación fálica, del significante del deseo, del significante del goce? 23 Una crítica algo diferente, aunque no alejada de la sugerida aquí, ha sido sostenida por Vincent Des- combes, Les intitutions du sens (Paris: Minuit, 1996). 24 Lacan, La relación.

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