Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
190 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha necesario un nuevo don. En tal sentido, el potlatch era también asunto de prestigio y rivalidad: los bigman adquirían prestigio y autoridad según dieran más y mejores potlatch , mientras que los clanes competían entre sí y cada participante era presa de intensas envidias. Se trataba, no obstante, de una eternización de la deuda que, sos- tenida en la obligación de devolver, mantenía el lazo social mediante una circulación de dones, prolongada entre multitudes y por generaciones. Por extraño que parezca, el potlatch era un orden pacificador, al punto que la omisión de alguna de sus obliga- ciones tenía como consecuencia el conflicto e, incluso, la guerra. Ciertamente, esta variante agonística de prestaciones reclamadas hasta el extremo pareciera bien dar cuenta de la desmesurada exigencia que Freud 11 veía en el mandato del superyó. Es más, la curiosa forma de mantener la paz mediante una suerte de guerra sostenida bajo otros términos parece acomodarse sin problemas a las consideraciones freudia- nas respecto del Derecho, como prolongación de la violencia por otros medios 12 . En tal sentido, Marshall Sahlins 13 ha subrayado el trasfondo hobbesiano que parece ocultamente sostener Mauss respecto de la reciprocidad, a saber, que su necesidad residiría en la amenaza de la guerra. Con ello, la exigencia del don bien podría verse asociada a la transformación de la violencia de un hombre hacia todos los hombres, por la violencia de todos los hombres hacia cada hombre. Dicho de otro modo, la fuerza que obliga al don podría ser considerada como un derivado del retorno del padre muerto, según se consigna en el mito freudiano del “Tótem y tabú” 14 . El man- dato del don sería, en consecuencia, la exigencia de devolver al Padre, mientras que la gratuidad con la que el don se reviste no sería más que la formación reactiva de la rivalidad y de la competencia con este. Sin duda se trata de una solución interesante y, por ello, bastante tentadora. No obstante, no parece del todo satisfactoria. En primer lugar, porque la perspectiva freudiana no es enteramente reductible a la posición de Hobbes, según la cual la amenaza de la guerra llevaría a los hombres a establecer un contrato por el cual ceder parte de su poder al monstruoso Leviathan . Muy por el contrario, frente a la tesis “política” de un acuerdo entre hermanos, Freud privilegia la tesis “teológica” de un retorno del padre muerto, de suerte que, como Lacan 15 lo indica, la Ley del Padre no 11 Sigmund Freud, “El yo y el ello”, en Obras Completas de Sigmund Freud, vol. 19 (1923; Buenos Aires: Amorrortu, 1985), 1-66. 12 Sigmund Freud, “¿Por qué la guerra?”, en Obras Completas de Sigmund Freud, vol. 22 (1933[1932]; Buenos Aires: Amorrortu, 1985), 179-198. 13 Marshall Sahlins, “El espíritu del don”, en Economía de la Edad de Piedra (1974; Madrid: Akal, 1983), 167-202. 14 Sigmund Freud, “Tótem y tabú. Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos”, en Obras Completas de Sigmund Freud, vol. 13 (1913[1912-13]; Buenos Aires: Amorrortu, 1985), 1-164. 15 Jacques Lacan, El seminario, libro XVI. De un Otro al otro, 1968-1969 (2006; Buenos Aires: Paidós 2008).
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