Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

180 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha y determina las políticas escolares. Así, según el cómo es organizada la actividad escolar, es posible esperar resultados, por lo general desde parámetros que provie- nen de organismos internacionales. En efecto, la globalización ha uniformado tanto criterios de evaluación como principios; lo que antes era aprendizaje por objetivos, ahora aparece redefinido en términos de aprendizaje por competencias. En la escuela, la institución del aula adquiere un lugar central. Allí es donde se realiza el aprendizaje, a partir de una relación jerarquizada profesor-alumno. El aula está férreamente instituida, ya sea en cuanto a los tiempos, a la disposición en el es- pacio, a los programas o a lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer. En el ámbito escolar es posible observar la presencia insistente de síntomas varios: problemas de conducta, bullying , ataques a docentes, batallas entre bandas, deserción escolar, ausentismo (tanto en docentes como en alumnos), carencias significativas en los índices de aprendizaje, estrés entre docentes y alumnos, etc. El sistema, entonces, dice que hay algo de la gestión escolar que no está funcionando. Se concluye que los problemas de la disciplina escolar son causa del desastre educacional. Es sorprendente leer a los llamados anti-pedagogos (pedagogías antiautorita- rias) y darse cuenta de que, para ellos (Freinet, Freire, Milani, A.S. Neil, etc.), el asunto es abordado de manera inversa; esto es, el asunto de la disciplina es efecto del aprendizaje, y no condición de este. Este aspecto ha de llamar a la reflexión, por cuanto sostener que la disciplina es central para poder aprender es transformar el aula en un espacio rígidamente normado, como lo es una institución militar. Por el contrario, Montessori decía que la disciplina ha de tener un abordaje indirecto; si el niño se interesa, si tiene curiosidad en aquello que hace y que hace con otros, apren- de en un grupo que rápidamente es capaz de regular su propia disciplina interna. Por lo tanto, más que pensar el aula como una institución normada en ex- ceso y, sobre todo, rígidamente normada, se podría sostener que el énfasis ha de estar puesto en el “aulear”. El neologismo pretende mostrar cómo la acción de construcción y producción del aula debe constituirse en la instancia de ocu- pación – más que de preocupación – de docentes y alumnos, ya que la tarea de aprendizaje es la que los define en tanto participantes de este proceso crea- dor. Aulear es desmarcarse de aquello que se transmite (el autoritarismo-some- timiento) más allá de lo que explícitamente se transfiere en el espacio del aula. La gestión escolar tensiona y rompe el aulear, por cuanto mantiene tanto roles fijos como temáticas desprovistas de sentido para los alumnos, los cuales se ven conmina- dos a tener que aprender aquello que el Estado piensa que deben saber y de la forma en que estima que deben aprender. No se trata tan sólo del curriculum oculto, sino de los adoctrinamientos actitudinales y, finalmente, de carácter que el encuentro ha de generar. Los académicos están también atrapados en estos asuntos de gestión, ya que los sistemas de control (planillas, proyectos, formas, listas, etc.) que deben llenar

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