Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
Pedofilia y lazo social / Alejandro Reinoso – 171 cualquier idea de universalidad” 12 . Y los sujetos perversos pedófilos, ¿qué tipo de lazo establecen con el Otro? Aparte de la vía característica de constitución de micro-sociedades cerradas, surge la pregunta por ¿cómo se aborda el vínculo al otro? Así, en la pedofilia, cuando al- gunos discursos hablan de amor, de amor a los niños, ¿de qué se habla exactamente? Es una modalidad de amor particular que busca el consentimiento subjetivo y el deseo del niño (a diferencia del violador sádico o del comerciante de menores y de sus imágenes). En este discurso, se subraya la idea en virtud de la cual habría una pe- tición o demanda desde los mismos niños y púberes. Se trata, entonces, de un amor idealizado que se estima, incluso, por sobre el amor de los padres progenitores, el cual resulta consecuentemente devaluado. Pero, ¿es esto amor, realmente?, ¿de qué tipo de amor se estaría hablando? Para la sociedad, el lugar del pedófilo y de su satisfacción representa un enigma incomprensible. Sin embargo, no parece serlo para el sujeto pedófilo, de acuerdo a quién no habría nada de enigmático ni en su goce ni en su saber sobre el mismo. De hecho, se trataría de un saber no barrado, donde el pedófilo reduciría al Otro a la condición de objeto de goce, impidiendo operar el lazo en función del despliegue del deseo por la vía del síntoma. En razón de ello, en el seminario Aún, Lacan se refería al perverso subrayando “que el Otro se reduce al objeto a ” 13 . Dicha reducción al lugar del objeto impone la desestimación de la demanda de amor y de la vertiente del amor marcado por la duda, ubicando al cuerpo del niño como objeto de goce y al propio perverso como instrumento de aquel goce. Como lo sugiere su formula invertida, al identificarse de manera radical con el objeto, el perverso deja al otro en el lugar del sujeto barrado. A decir verdad, se trata de un emplazamiento necesa- rio para el acaecimiento del acto, donde el otro con minúscula es promovido como soporte del mismo. Entonces, ¿Cuál sería el tipo de amor que, en virtud del ideal, se declama ante los niños, sus padres y otros cercanos? En el mismo seminario xx, Lacan subraya en varias ocasiones la relación negativa entre el amor y el goce del Otro: “el goce del Otro, del Otro con mayúscula, del cuerpo del otro, que lo simbo- liza, no es signo de amor” 14 . En consecuencia, el saber del perverso sobre el amor no está barrado ni dirigido al Otro, sino que está cerrado en un saber y en un ritual de repetición desprovisto del vértigo de lo nuevo. Los efectos de hechizo, perplejidad y paralización que, de acuerdo al testimonio de niños y jóvenes, parecen ser caracterís- ticos en estos abusos, localizan suficientemente aquel goce del Otro y su secuela de 12 André, “La significación”, 8. 13 Jacques Lacan, El Seminario, libro XX. Aún, 1972-1973 (1975; Buenos Aires: Paidós, 1981), 174. 14 Ibid, 12.
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