Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

142 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha edificio, se encuentra con un anciano. Es un vecino que conoce y su estado es frágil y demacrado. Camille sube al ascensor con él. Ya en marcha, ella, a sabiendas de él, detiene el ascensor. Luego, le practica sexo oral e imagina que alguien la está miran- do a través de una cámara de vigilancia. No sabe quién está ahí , pero tiene la certeza de que aquel que mira está tremendamente excitado . En tal contexto, y entramado con este registro fantasmático, me hace saber de manera explícita que hay algo que tiene de mi interés, pero no me lo dirá si yo me quedo quieto. Alude tangencialmente a aquello de lo cual ella no puede hablar . Su relato es “¡Tú sabes lo que pasó! ¡Yo no te lo puedo decir! Si me lo dices tú, yo podría hablar”. Es un “Sí, pero no” . Habíamos entrado a un momento del análisis en donde se había perdido la autoridad de la palabra, de la representación, y se había puesto en relieve un nivel resistencial intenso. Hay algo extraño. Las preguntas, los señalamientos, las interpre- taciones, sean del material o de la transferencia, caían todos fuera de lugar y entraban en el juego del acto. Yo oscilaba entre un voyeur y una figura que era arrinconada en un callejón sin salida, casi in-soportable. Recuerdo muy claramente lo inmóvil de aquel tiempo de trabajo. Digámoslo así, había algo petrificado de fondo, aunque las figuras hubiesen sido intensas y movedizas en la superficie. Por esta vía llegamos a un impasse . En un tono provocador (con un matiz perver- so) me indicó que había conversado con una amiga sobre las terapias. Concluyeron que las terapias generaban un tipo de lazo de dependencia del cual luego no se podía salir. Era una forma de esclavitud, de sometimiento . “Es como las ratas de los científi- cos – me dijo –, las hacen esclavas; y ellos hacen sus experimentos con ellas…”. En lugar de hacer una interpretación del registro fantasmático, emití un juicio que no dejaba espacio a la duda. –La diferencia entre esas ratas a las que hacen esclavas y este lugar es que las ratas no pueden escapar . Si quiere, usted podría no volver la siguiente sesión. –(Responde con un silencio). Este señalamiento tuvo un efecto apaciguador. Era un juicio de sobrevivencia, si se quiere, no muy calculado, en un momento preciso, liminar. Es evidente que hay toda una ambigüedad sobre quién podría no volver, escapar, cortar. No es difícil leer en la formulación de ella, y en lo que le señalo, que hay muchos sentidos puestos en juego. Me interesa, sin embargo, el efecto inmediato y lo que inaugura. El juicio operó como una puntada, una sutura, que terminará por construir un marco de ela- boración, permitiendo a Camille entrar por primera vez en vivencias traumáticas de su segunda infancia. En la siguiente sesión, Camille retomará lo innombrable de ese hombre en la puerta, opacado con el pacto de silencio. Es una vivencia traumática que encuentra, por primera vez en su vida, la posibilidad de ser dicha de frente y con un destinatario

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