Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
Transformaciones / Francois Pommier – 125 Arthur estuvo a punto de tragarse una gran cantidad de comprimidos. Arnaud estuvo repentinamente tentado de tirarse por la ventana. Ninguno de ellos llegó al extremo, pero casi. Hubiese bastado “casi nada” para que Mathieu dejase el trata- miento que lo mantenía vivo (su insulina, sus antivirales, su quimioterapia), o para que Eric ingiriera una dosis mayor de heroína que lo hubiese hecho caer en una sobredosis. En cuanto a Jean, quien vivía desde hace quince años en la calle y que tuvo la oportunidad de encontrar una pieza de hotel gracias a los servicios sociales del hospital donde fue llevado, hubiese bastado muy poco para que recayese con sus compañeros de farra. Basta, entonces, sólo un gesto, una palabra, un silencio escuchado, para que su- ceda “no sé qué” del lado del paciente y éste vuelva a la tranquilidad. El punto de vuelta localizado por el psicoanalista constituye, para estas situaciones extremas, un momento clave para la cura analítica. Se trata de un punto de oscilación que apare- ció en el análisis de Aline cuando me dijo percibirse “como caucho o plasticina, de- bido a su aspecto maleable”: dos materias recién diferenciadas por mi en virtud del recuerdo de que, unos años antes, Aline se había fijado – en la época en que inspec- cionaba todos los objetos – en un montoncito de plasticina ubicado en una esquina de mi consulta y se había preguntado por lo que eso hacía eso ahí. Cuando repenti- namente comparé – muy lejos de aquel período – la consistencia de la plasticina con aquella del caucho, instalé en esta simple observación algo relativo al acomodo entre lo de adentro y lo de afuera, para favorecer en mi paciente el ordenamiento de las cosas y hacer que suceda la distinción entre el otro y uno mismo. En función de una referencia a Michel de M’Uzan sobre el clivaje originario y la creación de un “doble” para la aparición de un sujeto transicional, lo anterior podría ser aquí descrito como el “camino obligado a atravesar para que se despeje un día una distinción suficiente entre sí mismo y el otro” 18 . También hubo un punto de oscilación en otra mujer que, al final de su cura – la cual duró más de diez años –, se focalizó sobre el acontecimiento y se puso compul- sivamente a buscar, entre su infancia y su adolescencia, un evento muy preciso de su vida de niña capaz de explicar sus principales trastornos. Se daba, entonces, cuenta de la más mínima de mis reacciones cuando dijo que “tuvo que pasar algo cuando tenía 12 años”. Cuando, por enésima vez, evocó un acalorado altercado con su madre – quién estaba, en esa época, embarazada –, ella había entrado ahora, repentinamen- te, en un movimiento de ira hacia mí, obligándome a intervenir al mismo tiempo que criticaba cada una de mis intervenciones. En aquel momento, se revelaba algo de sí misma a través de la transferencia precisamente cuando su cura llegaba al final, 18 Michel de M’Uzan, “Rèponse à Laurence Kahn” en Michel de M’Uzan, Jaques André, Maurizio Balsa- mo, Françoise Coblence, Laurence Kahn, Jacques Press y Dominique Scarfone, La chimère des incons- cients. Débats avec Michel de M´Uzan (Paris: PUF, 2008), 98.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=