Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

124 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha en ese caso, no podría venir del hecho que, actuando explícitamente, podría temer entrar en la intimidad del otro. Entonces, comprendí muy bien de que se trataba de intimidad, pero lo entendí a la inversa. Fue Guillaume quien me corrigió y, en cierto modo, podría decir que me sometí a su explicación. Me señaló que, sobre todo, le tenía miedo a entregarse él mismo “confesando” su dificultad, la cual consideraba como una gran debilidad. El problema de Guillaume estaba en reconocer su debi- lidad, mientras que la relación de sumisión le remitía a tres aspectos de su existen- cia: su sexualidad, su adolescencia y su padre. Su sexualidad que, al contrario de las situaciones de malestar profundo que pudieron afectarle en el ámbito social, no se organizaba tan libremente como si constantemente se encontrase en una situación de dominación y donde algunos de sus entramados sexuales lo salvaban económica- mente del desconcierto que sentía, en el plano social, con respecto a los demás. La adolescencia, la cual vivió al margen de los otros, con muchos momentos de humi- llación felizmente compensados por importantes gratificaciones durante la escuela y, luego, en sus estudios universitarios. Y, finalmente, la pregunta por la sumisión guardaba relación con la imagen de un padre inteligente y culto que, aunque – se- gún lo indicaba Guillaume – sin humanidad, se mostraba como dominador de las reacciones imprevisibles, al tiempo que se dejaba fácilmente llevar frente el menor ruido. Una de las dificultades que experimenté respecto de él, tuvo relación con el hecho de que un cierto grado de sumisión de mi parte parecía resultar, en algunos momentos, útil para que pudiese reafirmarse, sin que por ello fuese abandonado (o, más bien, sin que por ello tuviese la sensación de que lo abandonaba) por la dirección de la cura. Como lo ven, de esta manera buscaba dar lastre sin soltar las riendas, como única forma, en mi opinión, de aflojar progresivamente el entorno al cual Guillaume pensaba aferrarse para evitar el surgimiento de sus angustias. Operadores psicopatológicos de las situaciones extremas De modo general, los estados de desamparo, caracterizados por el enfrentamiento predominante de la pulsión de vida y la pulsión de muerte, ponen a trabajar dos operadores psicopatológicos principales. Por el lado de la pulsión, está aquel que representa el valor transformador de la interpretación. Por lado del significante, está aquel que representa la calidad de la interpretación, la cual no sólo es conducida por la palabra sino que, también, entrega sus pruebas a través de ella. Sobre la vertiente pulsional, las intervenciones de psicoanalista están guiadas por sus propias reacciones contra-transferenciales. Personalmente, diría que esto sucede según el modelo del paso del acto hacia la muerte, en aquello que éste encierra de pul- sional, donde se construye la interpretación del psicoanalista que le permite al pacien- te movilizar afectos dormidos, aplazar un proyecto funesto o salirse, aunque sea por un instante, de una relación pasional hacia el objeto y, en cierto modo, de sobrevivir.

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