Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

Transformaciones / Francois Pommier – 121 sido buscar apropiarse explícitamente de una palabra externa que, susceptible de col- marlo, habría podido asimilar fácilmente. La comparación con la psicosis resulta aquí interesante, ya que el proceso de regresión era intenso. De hecho, es lo que a menudo ocurre en las problemáticas de lo extremo. Se puede pensar en Harold Searles, quien subrayaba con fuerza que la enfermedad del paciente sería la expresión de un intento inconsciente por sanar al médico 14 . Recordemos también a Sándor Farenczi, el cual decía haber encontrado casos de neurosis dónde “a consecuencia de shocks infantiles […] la mayor parte de la personalidad se transforma en algo monstruoso” 15 Voy a enseñarle, entonces, a Tom a descifrar su discurso y sus actos, evitando quedar entrampado y correr el riesgo de reforzar su sistema defensivo; es decir, apar- tarme y, sobre todo, apartar la psicoterapia. Pero, asumiendo el riesgo de alejar a mi paciente, finalmente me acercaba a él, pues en provecho de esta dirección general que le propuse podía instalarse en su fuero interno aquella sensación de vacuidad, como condición previa y necesaria para la sensación de vacío que podría favorecer el surgimiento de una eventual interpretación. Cuando empecé a poder instalarme y a inscribirme yo mismo en el tiempo circular y periódico de la cura, fue cuando empecé a considerar la constitución de un espacio de encuentro en el cual podía, además, esperar ser suficientemente sacudido entre el tormento pulsional y la inmo- vilidad forzada. Así, en la clínica de lo extremo, el psicoanalista debe valérselas por sí mismo en una situación de malestar , atascado y, al mismo tiempo, evitando lo más posible de- jarse encerrar en la ausencia de proyecto que caracteriza la muerte. Es anticipándose al futuro que, de acuerdo con Emmanuel Levinas, puede ser considerado como “lo que no está asumido, lo que cae y se apodera de nosotros”, toda vez que “[e]l futuro es el otro” pues “[l]a relación con el futuro es la relación misma con el otro” 16 . Por otra parte, de cierta manera el psicoanalista también trabaja en una ausen- cia de tiempo, por cuanto se esfuerza en proyectar el tiempo al exterior – como los electrones en torno al átomo – para poder estar en “el aquí y el ahora”, deviniendo maestro en coger lo posible y parapetándose detrás del pensamiento según el cual la muerte nunca es “ahora”. Recordemos, finalmente, que no se trata para el ana- lista de ceder a la tentación del acompañamiento sino, más bien, de movilizar los afectos dormidos, tanto los del paciente como los propios, permaneciendo atento a la corriente letal capaz de llevar al renvío, como en espejo, elementos no transfor- 14 Harold Searles, Countertransference and related subjects (International New York: Univarsity Presse, 1979). 15 Sándor Ferenczi, “Principio de relaxación y neo catarsis”, en Psicoanálisis, Obras completas, vol. 4 (1927-1933; Paris: Payot), 96-97. 16 Emmanuel Levinas, Le temps et l’autre (Paris, PUF, 1979), 64.

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