Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
120 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha – pero detenida en el tiempo –, es decir, la transformación operada para obtener una escena que ya no concierne solamente a su propia persona, sino también a su terapeuta, permitiendo además “hacer del vacío una forma de desaparición” 11 . Fi- nalmente, el tercer tiempo se construye más allá de la angustia en la medida que, efectivamente, en el desarrollo de ciertos tratamientos, cuando el paciente se en- cuentra desprotegido, éste puede estar a merced de un fenómeno de desposesión, de cierta manera reducido a lo informe, como un niño en pleno terror que se identifica con esa parte mortificada o separada del otro parental a través de lo cual se ubica en lo que Silvie Le Poulichet denomina “teorías infantiles de lo informe” 12 que, no obstante, lo defienden de los terrores cuyos nombres serían los mismos capaces de conducirlo al caos. El terapeuta mismo se encuentra lanzado a un espacio sin bordes, a una realidad sin fondo, donde debe tratar –como lo sugiere Fédida al referirse a las descripciones de Geneviève Haag respecto del autismo– de “reconocer for- mas primarias en estos ruidos de voces, en estos gestos aparentes provenientes de la inmovilidad” 13 . Figuración de lo extremo en psicoanálisis a propósito de un caso clínico Tom, seropositivo desde hace muchos años, cotejó la muerte de cerca por el hecho de padecer varias enfermedades oportunistas. Ahora, gracias a una terapia, está en situación de sobrevivencia e, incluso, de resistencia. Es, en cierto modo, un diferido, pero profundamente marcado por numerosas hospitalizaciones y por la experiencia de la quimioterapia, que lo salvó provisoriamente del deceso. Claramente esperaba morir en el corto plazo, pero aquel no fue el caso. Con su sonrisa fija y prolongada, se tendió en el diván como si se ofreciera. Su palabra era relajada, pero sólo aparen- temente. Daba la impresión que se obligaba a hablar y, cuando callaba, de repente se quedaba inmóvil, al acecho, enganchando la mirada del otro como un niño que resiente en su cuerpo sensaciones aún difusas y fragmentarias. A decir verdad, su hablar parecía desencajado de su cuerpo, parcialmente desencarnado. De entrada, se trataba para mí de sostener el esfuerzo de mi paciente, por ejem- plo, interviniendo desde el principio para puntualizar su discurso y evitar, de ese modo, el fracaso de aquella primera entrevista, idealizada y largamente preparada. Incitarlo, por ejemplo, a estar atento a las letras, a las palabras que pronunciaba, a lo que emanaba desde su interior, mientras que, por el contrario, su tendencia habría 11 Jean Baudrillard, D’un fragment l’autre. Entretiens avec François L´Yvonnet (Paris: Albin Michel, 2001), 43. 12 Sylvie Le Poulichet, “Les théories infantiles de l’informe”. Cliniques méditerranéennes 65, nº1 (2002): 239-252. 13 Fédida, Par où commence , 109. [La traducción es nuestra].
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