Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

Transformaciones / Francois Pommier – 119 impide el libre juego de las funciones psíquicas y que, por consiguiente, tiene un efecto de sideración subjetiva. Generalmente, lo extremo sólo se revela a posteriori , a partir de los efectos pro- ducidos sobre la organización psíquica, empezando por los efectos producidos en los analistas y en los demás pacientes. De cierta manera, se trata de una clínica en donde no logramos familiarizarnos, toda vez que nos exige reinventarnos siempre. En tal sentido, el clínico se encuentra puesto a prueba en una experiencia de pérdida y de permanente jaque, manteniendo a la vez su capacidad de seguir existiendo y seguir pensando. El tratamiento de las situaciones extremas entra, entonces, en el cuadro de lo que, para definir la psicoterapia, Pierre Fédida llamaba “psicoanálisis complicado” 9 . Por ejemplo, en personas que están en sus últimos días presentando decaimiento en el plano psíquico y mental, se trata de anticipar la muerte en la temporalidad psíqui- ca, de buscar compensar los abatimientos y de reubicar al sujeto en el circuito de los pensamientos. Para esto no hay que dejarse llevar por la voluntad de la casualidad, sino que orientarse de manera reflexiva, con el fin de evitar el encierro en la lineali- dad y de enriquecerse más en la complejidad. Elementos teóricos a propósito del tratamiento de lo extremo Frente a situaciones donde se pone en juego la muerte real, el psicoterapeuta se ve llevado tanto a abandonar sus esquemas familiares de representación para dejarse “derrotar por la angustia del reencuentro” 10 , como a aceptar trabajar su sistema de- fensivo más arcaico hasta, en ocasiones, encontrarse él mismo en el campo de la psi- cosis. Un universo proveniente del drama lo obliga siempre a manipular herramien- tas, a inventar parámetros e, incluso, a consentir dictar ciertas conductas al paciente por un tiempo. Se tratará, primero, de testear regularmente el sistema defensivo del paciente, trabajando, por ejemplo, sobre la imagen en el sentido topográfico del término, es decir, atendiendo a su configuración, su relieve, su ordenamiento sobre el plano del discurso. Puede ser el miedo, como primera sensación de pérdida de los límites, aquello que guíe, de entrada, la reacción del terapeuta. Entonces, para éste último se vuelve posible – en función de la angustia heredada del temor primordial y de la cual busca aprovecharse para sumirse en el miedo – de convertir en tragedia la imagen paralizada, inmóvil, inerte, traída por su paciente. Este momento representa, preci- samente, aquello a través del cual opera la transformación en una escena compartible de lo que el paciente previamente presentaba como una imagen interna dramática 9 Pierre Fedida, Des bienfaits de la dépression. Éloge de la psychothérapie (Paris: Odile Jacob, 2001), 180. 10 Pierre Fédida, Par où commence le corps humain. Retour sur la régression (Paris: PUF, 2001), 107. [La traducción es nuestra]

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