Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1
104 – malestar y destinos del malestar Políticas de la desdicha salud del Estado, sino que podría modificarla en la medida de lo posible. Esta tentación táctica es una hipótesis de algo que puede ocurrir bajo las condi- ciones que se han tratado de exponer. Tal como lo ha señalado Laugier 29 , las prácticas de la ética del care, asociadas a lo femenino y a lo íntimo-privado, han sido histórica- mente desvalorizadas social y moralmente. En esa desvalorización se dificulta cual- quier posibilidad de prácticas que permitan rescatar lo singular de un sufrimiento cuando es manifestado por alguien capaz de afectar al receptor por participar de al- gún sector de su mundo, o bien por cuestionar aquello que sostiene la institución en la cual trabaja. Pero además, pesa sobre los equipos de salud la exigencia burocrática de gestionar el sufrimiento como un universal que genere rendimientos de goberna- bilidad, del mismo modo que la matriz histórica y disciplinar (gremial) encaminará cualquier lectura del espacio social de lo cotidiano, no como un lugar de despliegue de formas de vidas sino como un cuerpo abierto a la mirada biomédica. En cambio, tanto el care como cierta escucha psicoanalítica suponen una posi- ción frente a lo que termina siendo rechazado por común u ordinario 30 . El territorio, para la política pública de salud mental, sólo opera como categoría en cuanto espa- cio de comportamientos regulares –y regulables– de hábitos y costumbres cotidia- nas que puedan ser modificadas. Sin embargo, en esa consideración por el territorio se olvida esa cara táctica que recorre lo cotidiano. La ética del care, como la escucha psicoanalítica, serían ámbitos a explorar en tanto alternativas a la respuesta asisten- cial o caritativa implicada en la relación de salud. Ellas suponen un acto capaz de transgredir lo cotidiano, que lo violenta en su reproducción, pues suspenden la ob- viedad de una vulnerabilidad o de un detalle. Ambas son operaciones posibles – de facto – en nuestra realidad neoliberal, son formas de relaciones sociales que guardan el potencial efecto de lectura sintomática que se le otorgó a la cotidianeidad. Y por lo mismo, se pueden suponer como lugares que posibiliten la inscripción subjetiva de los trabajadores de la salud y de los usuarios de esas instituciones, bajo ciertas condiciones en las que habría que seguir profundizando. En cualquier caso, se trata de la posibilidad que ofrece la inclusión del espacio cotidiano en la órbita de la gestión estatal de la salud mental, como posibilidad de apertura de relaciones sociales que posibiliten la ligadura de sufrimientos que per- manecen sintomáticos por desconcertantes, por desconectados de ciertas formas de vida. De este modo, las lógicas de gestión de la subjetividad introducidas por el neo- liberalismo deben, a su vez, ser leídas como no-unívocas, y en tal sentido, esta misma 29 Ibíd. 30 Sobre la función privilegiada del detalle en la escucha y la interpretación psicoanalíticas, considera- das en un contexto algo diferente, ver: Roberto Aceituno y Esteban Radiszcz, “Psicoanálisis e investi- gación social: la herencia freudiana”, en Manuel Canales (ed.), Escuchar la escucha. Diseño y análisis en investigación social (Santiago: LOM, 2014), 115-137.
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