Malestar y destinos del malestar: políticas de la desdicha vol. 1

De la salud como gestión y las posibilidades de lo cotidiano / César Castillo – 103 anteriormente, es para resguardar lo justo, es decir, que la inversión de los recursos estatales alcance para todos. Lo que vamos a hipotetizar es que, en el encuentro con la dimensión cotidiana de la vida, los equipos de salud podrían eventualmente en- contrarse en la tentación táctica de privilegiar una relación social basada en lo que se ha llamado una ética del care 27 . La ética del care se ha conceptualizado desde una íntima relación con lo co- tidiano. En oposición a lo justo para todos, si se trata de “aprender a ver lo que es importante y no señalado, justamente porque está frente a nuestros ojos” 28 , se trata también de aquello que se ha vuelto invisible por obvio, naturalizado en cierta forma de vida que determina la estructura expresiva bajo la cual ciertas modalidades de la vulnerabilidad serán puestas en juego, o no, en relación a otros. La ética del care per- mitiría una expansión de la ética de la justicia, agregando a su vocación generalista y a su suposición liberal de autonomía originaria en los sujetos, una redefinición en función de lo que constituye la afectación moral subjetiva y la vulnerabilidad gene- ralizada como condición de la ética. El care mantendría la reflexión ético-política a nivel del suelo accidentado de lo ordinario, enfatizando el hecho común de que las personas se ocupan unas de otras, de que recurrimos a otros para cuidados, buscando un bienestar que se sostiene en una atención particularizada. Dicha propuesta de re-centramiento de la ética puede ser conjugada con otra relación hacía lo cotidiano en su polo táctico, es decir, en relación a lo no-registrado, a lo rápidamente integrado a la cadena de expectativas; una relación con el detalle inesperado que requiere de un otro en cierta posición, para mutarlo en notorio y digno de registro. Podemos llamar escucha psicoanalítica a esa actitud hacia lo coti- diano que permite su rescate e investigación, porque se trata de que, si bien el equipo profesional siempre estará en una mínima extranjería frente a la cotidianeidad de aquellos con los que trabaja, es esa distancia la que le permitirá hacer táctica, indicar lo impensado, cuestionar lo banal, abrir brechas en la estrategia de la que es parte y gracias a ellas permitir cambiar las relaciones sociales que sostienen el sufrimiento hecho cuerpo y subjetividad en la atención sanitaria. Entonces, es posible pensar que el hecho de que los equipos de salud de atención primaria –entre los cuales estarán ciertos profesionales de la salud mental– ingresen a un espacio vital en el que con- formarán una cotidianeidad con sus usuarios, pudiera ser la base para inaugurar una escucha de lo singular que no sólo escaparía a la historia y a la lógica de la política de 27 Si bien care ha sido traducido en algunas ocasiones por cuidados, mantenemos el anglicismo para rescatar su amplitud semántica, ya que no se reduce a un cuidado asistencial sino que, también, a cierta preocupación en el cuidado mismo, una responsabilidad por los efectos del cuidado y lo que implica. 28 Sandra Laugier, “Le care: enjeux politiques d’une éthique féministe”. Raison publique , nº 6 (2007): 29-47, 31 [La traducción es nuestra].

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