Hablar, persuadir, aprender: manual para la comunicación oral en contextos académicos

19 Introducción literatura especializada (Halliday, 1973; Thaiss, 1984; Thaiss, Moloney & Chazon-Bauer, 2016; Vigostsky, 1962). Con frecuencia, cuando las y los estudiantes conversan respecto de sus proyectos de investigación, estos parecen aclararse, o bien, cuando discuten en el aula universitaria modifican, a partir de la conversación, la manera de percibir un fenómeno por el solo hecho de exponer sus razonamientos. El lenguaje oral no es solamente una herramienta para comunicar el conocimiento especializado en la universidad, sino también para modificar, robustecer o tensionar el propio conocimiento. Es, en este sentido, una herramienta para aprender. En consideración del potencial de la comunicación para el aprendizaje es que se han instalado iniciativas para favorecer su desarrollo en diferentes etapas del currículum. Así, tutorías de pares, cursos de escritura y otras formas institucionalizadas para el desarrollo de la escritura y la oralidad académicas han tenido lugar en el contexto universitario en el mundo y en Latinoamérica (Thaiss et al., 2012). Aunque estas iniciativas han puesto énfasis en la escritura más que en la oralidad, también ha sido reconocido el rol de esta última para el aprendizaje y la participación en entornos académicos (Craig, 2013; Thaiss et al., 2012). La discusión, el debate o el trabajo colaborativo en pequeños grupos constituyen oportunidades para que las y los estudiantes puedan percibirse como más capaces y sentir mayor motivación hacia las actividades de aprendizaje (Thaiss, 2016). Debe considerarse también que la lectura, la escritura y la comunicación oral no son prácticas aisladas; más bien son herramientas que se interrelacionan y complementan para mediar la actividad de los sujetos en contextos específicos. Así, se aprende a escribir a la vez que se aprende a hablar y a la vez que se aprende a leer y a escuchar (Thaiss, 1984). Por ejemplo, cuando una estudiante prepara una presentación oral, no solo expone en un momento dado, sino que se involucra en un proceso que implica leer diversas fuentes, tomar notas de esas fuentes, escribir algunas ideas para su presentación, planificar por escrito una estructura, diseñar un PowerPoint, ensayar frente al computador, entre otras acciones. Finalmente, la comunicación oral, en conjunto con otras herramientas mediadoras como la escritura, ha sido parte fundamental de las interacciones sociales, la política y la transmisión de diversos tipos de conocimiento. A través de una amplia variedad de interacciones orales, tanto en la antigüedad clásica como en las democracias modernas, se construyen las negociaciones que son propias del ejercicio del poder. Su rol en la transmisión de saberes, incluso de manera diferida a través de medios de comunicación y de la web 2.0, ha multiplicado la cantidad de visiones y conocimientos posibles a los que podemos acceder. Junto con la escritura, la oralidad es fundamental para la participación ciudadana, la discusión política y la toma de decisiones en la esfera pública (Starke-Meyerring & Paré, 2011). Adicionalmente, la comunicación oral permite la construcción colaborativa de conocimientos especializados en el contexto de la producción científica y es una herramienta fundamental para que las y los estudiantes universitarios se familiaricen con las formas de comunicar y pensar en sus propias disciplinas. Hablar, dialogar, escuchar, contrastar opiniones y modificar las propias perspectivas, entre otras, son actividades fundamentales para aprender, para participar de las comunidades disciplinares y para construir y socializar conocimiento científico o académico.

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