Hablar, persuadir, aprender: manual para la comunicación oral en contextos académicos

143 Capítulo 1 Guía del Docente Realizar actividades que apunten a niveles cognitivos superiores y a transformar el conocimientos son dos estrategias útiles para aprovechar el potencial de la comunicación oral. Adicionalmente, dado el contexto académico y disciplinar del curso que se dicte, es importante que, en sus comunicaciones orales, las y los estudiantes procuren emplear correcta y adecuadamente la terminología, conceptos y/o procedimientos específicos que son propios de esa área de conocimiento. Finalmente, junto con el nivel cognitivo y la consideración de la situación retórica, es conveniente considerar que para favorecer el potencial epistémico de las tareas orales de aprendizaje es recomendable: Contar con indicadores claros de evaluación, un seguimiento por parte de la profesora o profesor y un objetivo conocido por las y los estudiantes. Establecer metas y finalidades comunes que doten de sentido a la interacción oral, es decir, que la finalidad establecida corresponda al propósito que se debe alcanzar. Es ideal que este propósito aparezca explícito. Promover la consciencia respecto de que al hablar o escuchar una comunicación oral no solo se reproducen y decodifican los dichos, sino que también se evalúan y ponderan, muchas veces incluso de manera inconsciente. Es conveniente que esta conciencia vaya aparejada de la negociación de intereses, de sentidos y de significados, es decir, que estos se pongan en común y que estén disponibles para modificar, precisar, profundizar o cambiarlos a medida que avance el diálogo. En otras palabras, modificar la información para transformarla en una nueva es una característica del potencial epistémico de una actividad. Dicha transformación supone no solo saber qué decir, sino también atender a la situación retórica, es decir, a quién decírselo y cómo hacerlo para alcanzar un determinado propósito. Una clave para que una actividad oral se vuelva epistémica será, entonces, por ejemplo, invitar a cada estudiante a analizar la situación retórica de sus intervenciones, es decir, que la actividad propuesta permita desprender no solo un contenido en particular (“la información”), sino también un destinatario y una finalidad (“a quién y con qué propósito”). Por ejemplo, solicitar a un estudiante que realice la presentación oral de un determinado tema puede resultar una actividad basada fundamentalmente en la memorización. Si a dicho estudiante se le solicita que al preparar la presentación establezca un propósito vinculado con su audiencia específica, este podrá ponderar criterios que le harán reflexionar sobre el contenido: “¿qué aspecto debería enfatizarse para que los asistentes comprendan esta fórmula?”, “¿hay algún concepto que deberían manejar previamente?”, “¿debería ampliar estas ideas en atención a lo que los interlocutores manejan del tema?”, por ejemplo.

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