Hablar, persuadir, aprender: manual para la comunicación oral en contextos académicos
106 HABLAR, PERSUADIR, APRENDER El siguiente texto, fragmento de “La exposición pública del trabajo académico: del texto para ser leído al texto oral”, de Isabel Solé (2007), recoge algunos de los puntos centrales abordados en esta parte del capítulo. Léelo con atención para responder las preguntas que le siguen. “El discurso académico es un discurso formal y casi siempre monológico (aunque incorporando al destinatario); se atiene a la corrección normativa y se constituye tanto a través de lo que se dice como mediante los elementos suprasegmentales (tono, volumen, ritmo) y las expresiones no verbales (mirada, gestualidad, gestión del espacio), que cobran una gran relevancia. Pese a que, como ya se señaló, exige partir de una preparación minuciosa de la estructura y el contenido de lo que se va a decir, y de cómo va a ser dicho, la adecuada emisión de un discurso académico requiere de cierta flexibilidad que permita la eventual adaptación a las reacciones de los interlocutores y, sobre todo, que no pierda de vista que se trata de un discurso oral. Hablante y oyentes comparten un espacio, interactúan en diverso grado y en diversos ámbitos (visual, emotivo, cognitivo), en un contexto institucionalizado que establece unos usos y convenciones a la comunicación y pone en juego los roles sociales del enunciador y del destinatario. En un sentido muy próximo, Schneuwly y otros (1997) identifican los géneros formales como aquellos que se producen en las instituciones de la vida pública, incluyendo las academias. Los autores señalan el carácter fuertemente normativizado de las formas lingüísticas características de la comunicación formal: sin confundirlas con las que rigen la escritura académica, la elaboración de un discurso oral formal exige una transformación del lenguaje que se usa en forma espontánea. Su dominio implica, en grados diversos, un control consciente y voluntario del propio comportamiento lingüístico y exige una esmerada preparación. En síntesis, el que habla ante un auditorio experto exponiendo un tema, defendiendo unas tesis, no puede hablar coloquialmente, pero tampoco puede hablar como un libro; si bien podemos estar de acuerdo con la sentencia de Leclerc (2008), ya citada en el segundo capítulo, según la cual “quienes escriben como hablan, aunque hablen muy bien, escriben muy mal”, podemos también asegurar que quienes hablan como escriben, aunque escriban muy bien, hablan muy mal, o por lo menos, no aprovechan el poder de lo oral para captar, persuadir y convencer al auditorio. La presentación de un nuevo escrito que, según los casos y usos del orador, será el guion o el esquema sucinto de la presentación: el mismo material que, eventualmente, se proyecta a través del ordenador y que sustenta un discurso oral más completo, o incluso un escrito exhaustivo de lo que se va a decir.” (Solé, 2007, pp. 115-116) Para profundizar A partir de la lectura anterior, te invitamos a reflexionar sobre las convenciones de la oralidad en contextos académicos. 1. ¿Cuáles son los rasgos propios de la comunicación oral que distinguen la presentación de un texto escrito?, ¿cómo influyen a la hora de presentar? 2. ¿Cuáles pueden ser las reacciones de los interlocutores a los que se refiere la autora?, ¿de qué modo puede uno adaptarse a ellas? 3. ¿Qué recursos puedes emplear para incorporar al destinatario en una presentación académica? 4. ¿Cuáles son los usos y convenciones propios del contexto de tu carrera o ramo? 5. ¿Por qué se afirma que “quien habla como escribe, habla mal”? Para reflexionar Una presentación académica oral exige no solo ser capaces de manejar el contenido del que trata la comunicación, sino también de proyectar seguridad a través de la voz, el uso de las manos y la postura. Para lograrlo, ensayar es una actividad clave: la experticia se adquiere y construye con la práctica. Para concluir
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