Hablar, persuadir, aprender: manual para la comunicación oral en contextos académicos
Si alguien nos preguntara si nos gusta conversar, la respuesta probablemente sería: “Por supuesto”. Si nos preguntara si nos gusta conversar con nuestras amigas o amigos, posiblemente diríamos: “Claro. ¿A quién no?”. En cambio, si la pregunta fuera si nos gusta hablar cuandounprofesor oprofesora nos lopide en clases, probablemente responderíamos: “En realidad, no mucho”, o, incluso: “¡De ninguna manera!”. ¿Cómo se explica esta diferencia? La respuesta es fácil, ¿cierto? Cuando conversamos con nuestros amigos o amigas, estamos relajados y cómodos. Sabemos sobre qué les gusta hablar y hemos acumulado una suerte de registro de buenas conversaciones, por lo que sabemos qué cosas seguramente les gustarán. Por supuesto, es más complicado si tenemos que hablar sobre temas delicados, especialmente cuando sentimos que deberíamos hacerles una crítica por algo. En ese caso, puede que nos enredemos en nuestras propias palabras o que incluso evitemos el tema por completo. Sin embargo, aun en esos casos, sabemos lo suficiente sobre nuestras amistades como para encontrar las palabras para plantear lo que queremos de forma indirecta, sin herir susceptibilidades. O, al menos, tenemos la esperanza de poder hacerlo. Los contextos educativos son diferentes. Cuando son docentes quienes nos lo piden, hablar suele ser una situación muy tensa, como caminar por un campo minado. Tememos que piensen que nuestra respuesta es tonta o, peor aún, que los demás estudiantes piensen que somos necios, torpes, irrespetuosos… o todas las anteriores. Aun sabiendo la respuesta correcta, los demás podrían pensar que somos unos presumidos, que intentamos hacer que ellos se vean como tontos. Por otro lado, seguramente puedan recordar ocasiones en las que hablar frente a un docente, profesora u otros estudiantes no fue tan difícil; quizá incluso fue algo que disfrutaron. Intenten recordar esas ocasiones. ¿Qué fue lo que las hizo más fáciles o hasta divertidas? ¿De qué manera esa conversación entretenida contribuyó a su aprendizaje o, quizá, a desarrollar su confianza como comunicadoras y comunicadores? De hecho, si se considera el aprendizaje de forma más amplia, resulta evidente lo importante que es la conversación para aprender. Recuerden algo que hayan intentado aprender recientemente, en un contexto educativo o fuera de él: ¿conversaron con otra persona acerca de ello? ¿Hicieron preguntas? ¿Expresaron su interés y entusiasmo por este tema nuevo a otra persona o grupo? Piensen en cuánto han aprendido gracias a escuchar a otras personas y, después, cuánto han aprendido gracias a compartir sus propias opiniones y puntos de vista. Nuestra capacidad de hacer preguntas y de pedir que respondan a lo que tenemos Christopher Thaiss University of California, Davis Traducción de Martín Álvarez Prólogo Hablar para aprender a través del currículum 9 Prólogo
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