Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura volumen II

100 Cuadernos de Beauchef Expansión 1992 a 2002 Entre 1992 y 2002, la expansión de la ciudad se debió tanto a la acción del sector público como del sector privado. Después de 17 años de dic- tadura, en 1990 retornaba la democracia y la preocupación social pasó a ser una urgencia; sin embargo, ello no debía ir en desmedro de lo que se consideraban los “logros económicos” de una economía de mercado. Así, en este período, el Estado fue muy activo en la construcción de vi- vienda social; sin embargo, contribuyó aún más que antes a la dispersión del AMS, por cuanto —siguiendo a Hidalgo ( Ibíd. )— ya no eligió para la ubicación de la vivienda social la periferia inmediata de la aglomeración urbana, sino localizaciones más allá de ésta, quebrando la continuidad de la ciudad y segregando aún más a la supuesta población beneficiada del desarrollo de la urbe. Elaborando los datos entregados por Hidalgo (Ibíd., p. 69), podemos señalar que, entre 1978 y 1989, tales localizacio- nes “metaperiféricas” son el asiento de 9.046 viviendas sociales, en tan- to entre 1990 y 2002 ellas alcanzan a 19.704 unidades; es decir, la cons- trucción anual de estas viviendas en la “metaperiferia” se duplica entre un período y otro, pasando de un promedio de 822 a 1.642 viviendas. Sin embargo, esta expansión dispersa y fragmentada o urban sprawl —según se conoce el fenómeno en inglés— también ha sido fuerte- mente impulsada por el sector privado, concretamente por las gran- des empresas inmobiliarias, por cierto en complicidad con el Estado, el cual promueve las inversiones de aquéllas en el marco de una creciente competitividad territorial en el nivel local, protegiendo e incentivando la rentabilidad privada del uso del suelo. Así, se han desarrollado mega- proyectos residenciales más allá de la periferia urbana, los cuales buscan “capitalizar el potencial de brecha que se genera entre el valor del suelo no urbanizado y el máximo beneficio económico resultante de urbani- zarlo con los mayores estándares y rentabilidades de uso” (Arriagada y Simioni, 2001, en Heinrichs et al. 2009, p. 33).

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