Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura volumen II

36 Cuadernos de Beauchef principalmente con los “de abajo”, curanderos, yerbateros, empíricos, el desafío de los ingenieros era construir su prestigio en relación con los extranjeros. Esa fue una de las labores del Instituto en sus primeras décadas Fue la campaña de los “ingenieros indígenas”, como se la llamó a fines de siglo, para demostrar que se podía tener tanta confianza en un ingeniero chileno como en uno extranjero (Hoering, 1917, pp. 4-15). A comienzos del siglo XX esa campaña había dado sus frutos: los ingenie- ros chilenos se habían consolidado en la administración pública, a pesar de que muchas de sus reivindicaciones gremiales propiciadas por el Ins- tituto no lograron prosperar, como que el Consejo Asesor de Ferrocarri- les tuviera mayoría de ingenieros y no de abogados. Su segunda fase, ya en las primeras décadas del siglo XX, fue demostrar que los ingenieros, por su propia formación científica, estaban habilitados no sólo para ser constructores de obras, sino administradores eficientes de los negocios público y privados. Era la imagen del ingeniero como hombre de empre- sa y sus primeros resultados se expresaron en el gobierno del general Carlos Ibáñez, entre 1927 y 1931, en el que miembros de la profesión ocuparon cargos claves en la reestructuración del Estado. En la década de 1930, los ingenieros jugaron un papel central en el gran proceso de industrialización iniciado por el Estado y presidido por la Corporación de Fomento, fundada en 1939, que sería el pilar de la profesión, como lo había sido la Dirección de Obras Públicas a fines del siglo anterior (Ibáñez, 1983). La iniciativa del Estado de formar las ingenierías se transformó en un proceso exitoso de profesionalización cuando el mismo Estado, que se había negado a regular legalmente la profesión y otorgarle el monopolio de ciertas funciones o servicios, se transformó a su vez en el gran mercado de ingenieros. Cuando el desarrollo económico hizo posi- ble la expansión del mercado laboral, había un cuerpo de profesionales formado en Chile dispuesto a presionar por ocupar ese mercado. La Uni- versidad, una vez más, había sido el punto de arranque, el motor inicial de un proceso de profesionalización. La formación de las ingenierías, desde la perspectiva aquí tra- tada, no esclarece el problema del desarrollo tecnológico chileno del

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc3MTg=