Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura volumen II
19 Ciencia, Tecnología y Cultura esta última, porque sus labores judiciales y administrativas incidían en el bien público y representaban una labor social. El ejercicio de los ensaya- dores, por el contrario, debía dejarse a la libertad del mercado. Con ello Domeyko planteaba un problema que sería central para la profesión: la obligatoriedad del título para ambas funciones. Como en el sector pri- vado, sostenía, las relaciones particulares eran mucho más importantes que los certificados, el Estado debía contratar sólo a los titulados y crear ocho cargos públicos para esta profesión 9 . El proyecto no se materializó por falta de recursos, pero se establecieron los cursos para formar ensa- yadores en el IN. En 1847, renunciado Crosnier, la cátedra fue asumida por el propio Domeyko 10 . La Universidad pretendía dos objetivos difíciles de conjugar. Por una parte, necesitaba reforzar los estudios y ampliar y profundizar sus materias, y, por otra, fomentar el ingreso de alumnos evitando altas exigencias y ofrecer un campo laboral. La tensión entre las dificultades docentes para establecer un programa de estudios científicos y las di- ficultades para establecer un mercado profesional marcaron el perío- do. El supuesto que guio la tarea universitaria fue que sólo creando la oferta podría estimularse la demanda. Aunque hubiera pocos alumnos y su destino profesional fuera incierto, la Universidad formaría la mejor base cognitiva posible para fomentar a mediano plazo la demanda de los alumnos y del mercado. Tarde o temprano, Chile necesitaría ingenieros y había que formarlos 11 . 9 La memoria se encuentra bajo el título “Cultivo de las ciencias físicas”, Gaceta de los Tribuna- les y de la Instrucción Pública, Santiago, 16 y 30 de noviembre, 1844. Domeyko envió el original al ministro, acompañado del reglamento del Cuerpo de Ingenieros de Francia y de la Escuela de Minas de París. Archivos del Ministerio de Educación, AME. Vol. 14, f. 46. 10 De acuerdo con la legislación minera, la mensura de minas debía hacerla un perito faculta- tivo. Desde 1847, ese perito debía ser un ingeniero de minas, pero ese nombre no indicaba necesariamente un título profesional sino una nominación. En 1854 se creó el Cuerpo de Inge- nieros de Minas, encargado de la vigilancia del cumplimiento de la legislación relativa a las fae- nas mineras de la mensura y de la recopilación de información. Sin embargo, apenas aparece en la documentación revisada: no tuvo vínculos con la Universidad y no fue mencionado como un cuerpo importante para la profesión. En 1856, Domeyko redactó el arancel de los ingenieros de minas. AME . Vol. 40, f. 158. 11 Sobre la necesidad de reforzar los estudios, a pesar de la falta de alumnos, ver “Curso de Química en el Instituto Nacional”, El Progreso. Santiago, 620. 9 noviembre 1844; “Memoria de Rector del Instituto Nacional” , Anales de la Universidad de Chile, AUCH, 3. 1846, pp. 206-207; “Comunicación del Ministro de Instrucción al Intendente de Coquimbo”. 16 de marzo 1849. AME. Vol. 22. s.f. (contiene proposiciones de Domeyko sobre curso de minas en La Serena).
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