Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura volumen II

119 Ciencia, Tecnología y Cultura aceleración de los tiempos (Koselleck, 2003) y a la complejidad misma que asoma en todos los ámbitos a los que podemos acceder compren- sivamente. Eso impacta directamente en la dimensión de las creencias y convicciones más básicas de las personas y las sociedades, así tam- bién en los valores y la afección a ellos. Esto puede ser considerado de manera “negativa”, como crisis destructora de una estabilidad dada (o supuesta); para Mac Intyre, por ejemplo, constituye un desorden moral que es necesario enfrentar. Pero también puede comprenderse de for- ma “positiva”, como posibilitación de la diversidad de formas de vida, de ser y de co-estar, dando lugar a sociedades “abiertas”, democráticas y plurales. Lo que vale para la vida social en general aplica también para ese singular ámbito que otrora se llamó “mundo del trabajo”; los valores que lo atraviesan hoy se han ido modificando velozmente a lo largo del último siglo, así también la realidad misma del espacio público en el que tiene lugar. Por ello, la tarea de definir los valores y principios rectores de la actividad profesional tiene una especial dificultad. Para abordar este aspecto, consideramos que la formación ética debiera co-construir, con las nuevas generaciones en formación, aquello que hoy se presen- ta como desafío y, en algunos casos, se impone imperiosamente, por ejemplo, lo relacionado con el calentamiento global, el cambio climático y lo que ello implica en el cuidado del planeta y de la vida. Decimos “co-construir” pues la formación implica un traspaso de ciertos saberes, de un saber hacer y proceder, y de cierto sistema de valores, de una cierta tradición; a la vez, también requiere que las nuevas generaciones se apropien de esos saberes de forma crítica, creativa y adecuada a los nuevos desafíos. Esa apropiación es esencial para una efectiva forma- ción ética; implica adhesión, afección y construcción de una convicción, y ello no se logra sólo transmitiendo un saber y el sistema de valores asociados, sino que requiere de la activa aceptación (y apropiación) por parte de las nuevas generaciones. Para desarrollar este aspecto, en un plan formativo, se requiere una constante discusión crítica respecto del propio quehacer profesional, someterlo a marcos más amplios que la sola profesión (como son la sociedad y las leyes, los desafíos globales a los que nos vemos enfrentados, entre otros). También los colegios pro- fesionales son fuente de estos insumos desde los códigos de ética (que debieran ser revisados y actualizados periódicamente), así como desde

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