Cuadernos de Beauchef: ciencia, tecnología y cultura volumen II

107 Ciencia, Tecnología y Cultura De este modo, podemos decir que la gobernanza para el AMS continúa siendo de tipo piramidal: antaño (hasta los años 70 del siglo XX) con preeminencia del Estado; actualmente (desde los años 80 del siglo pa- sado) con el liderazgo del sector privado (apoyado, no obstante, por el Es- tado), en el que los ciudadanos con menor poder adquisitivo —y que, por ende, no participan en el mercado inmobiliario— tienen poco que decir. En el Santiago de hoy, las reglas del juego las pone el Estado en el nivel central, en el marco de un modelo económico capitalista de libre mercado y una Constitución política que data de la dictadura (a pesar de algunas modificaciones posteriores) y que, claramente, privilegia el de- recho de los privados por sobre el bien común. No obstante, tal como lo demuestra Petermann (2006) y según hemos corroborado en el análisis presentado, el modelo económico y la preeminencia del sector privado parecen no ser los únicos responsables del crecimiento en extensión de la ciudad y, por ende, de sus consecuencias en la generación de riesgos. Entonces, ¿qué tienen en común los tipos de gobernanza que se han sucedido en la capital chilena que pudieran explicar (con algunos altibajos) la voracidad de su crecimiento espacial? Al respecto, podría- mos aludir a las características patriarcales de la sociedad chilena, como heredera de una cultura occidental europea que, en palabras de Matu- rana (2003), “valora la guerra, la competencia, la lucha, las jerarquías, la autoridad, el poder, la procreación, el crecimiento, la apropiación de los recursos, y la justificación racional del control y de la dominación de los otros a través de la apropiación de la verdad”. En tal sentido, poco importa quién esté en la cúspide de la pirámide, pues siempre habrá una relación jerárquica de autoridad, de querer avanzar sobre un territorio para dominarlo, subyugarlo y apropiarlo, y demostrar poder sobre even- tuales competidores. Cuando la gobernanza funciona de esta forma, ni siquiera es necesario que el “padre” tenga nombre, que su apellido sea Estado o privado, pues las relaciones de dominación seguirán fun- cionando de la misma manera. Y, entonces, ¿es necesario un gobierno metropolitano? Pues bien, en una estructura patriarcal, un verdadero gobierno metropolitano sería visto como un competidor para el gobier- no central, generándose una rivalidad y competencia entre “machos”,

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