Los Futuros Imaginados

l o s f u t u r o s i m a g i n a d o s 66 67 Mauricio Barría Pensar la urgencia Es mucho lo que ha sucedido en este breve lapso de tiempo (40 días). Lo que en un primer momento se tradujo sorpresa o quedar pasmado, hoy comienza a devenir en una amalgama de sensacio- nes y afectos: inquietud, intranquilidad, miedo, una extensa pena, pero por sobre todo RABIA. Hemos sido afectados; en el sentido estricto hemos sido tocados por lo que sucede, pues eso que ha sucedido, antes nos ha suce- dido, lo hemos descubierto haciéndonos algo, golpeándonos, manoseán- donos, la experiencia se ha vertido en su primaria y radical originalidad: como pura afección. Hay algo que se ha roto, que es precisamente la otro- ra concisa credulidad sobre la que asentábamos nuestra forma de estar en el mundo, en la que mi subjetividad reinaba sobre el acontecer espe- rable de las cosas: la cotidianidad. Pero este resquebrajamiento ha dejado al desnudo algo al mismo tiempo cercano y distante: el lugar abismante de los sentidos antes de todo principio configurador. Quedar pasmado, perplejo, atónito o asombrado significa quedar abiertos al mundo desde su radical aparecer sensible, previo a cualquier principio normalizador de la realidad. Los sentidos se nos despliegan en su potencia pre-fenome- nológica, en el desborde del vértigo o del extravío. No es que los senti- dos se hayan abierto (como si de las puertas de la percepción se tratara) más bien es el mundo el que se ha abierto en canal enrostrándonos su urgencia de aparecer, su demanda/su clamor de ser sentido: la realidad (que estaba ya ahí hace mucho) nos vomita su propia urgencia de aparecer. Precisamente porque los sentidos son algo que nos pasa —y no meramente una operación o un vehículo del cono- cimiento—, es que afectarse significa también quedar abiertos al aparecer del mundo, a través de la sensibilidad. PERFORMAR LA URGENCIA // mauricio barría es dramaturgo y teórico del tea- tro. Doctor en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte de la Universidad de Chile, casa de estudios de donde es Director de Posgrado de la Facultad de Artes. Investigador en el área de performance, dramaturgia contemporánea y teatro chileno, ha publicado cerca de una veintena de artículos en revistas de Chile, Brasil y Estados Unidos. El 2014 gana el Fondo Juvenal Hernán- dez y publica Intermitencias. Ensayos sobre performan- ce, teatro y visualidad en la Editorial Universitaria. Un tornado arraso a mi ciudad y a mi jardín primitivo un tornado arrasó a tu ciudad y a tu jardín primitivo (Sumo) c a p í t u l o 1 . l a h i s t o r i a e n e n t r e d i c h o Me interesa esta puntualización, pues no quiero aquí referir al llamado giro afectivo o a una política de la emoción tan en boga últimamente. Propongo quedarnos un rato antes, quedarnos en eso mismo que decimos cuando decimos algo me ha tocado, en eso que significa el poder de la tactilidad, del contacto, del contagio, porque lo que nos toca en el afecto no es un suceso, no es una representación o eso que llamamos mundo, sino —como lo dice Sergio Rojas1— es el planeta en el sentido de eso que estaba ahí desde hace rato y que reclama su venir en presencia. Por ello, pensar no es siempre solo un representar. Se piensa lo que nos estremece y pensar es también un estremecerse. Pensar situadamente es pensar los afectos, más todavía “cuando el ejercicio de cierta política -necropolítica- cercena estos afectos” como nos insiste Ileana Diéguez, los afectos se politizan transformando el dolor en potencia movilizadora (192)². Un pensamiento del estremecimiento es primero una práctica cor- poral, una performatividad. Hacía tiempo que muchos intelectuales ya habían referido al malestar como una condición de nuestra contemporaneidad. Ya muchos nos ha- bíamos percatado cómo emergía una ciudadanía que temía cada vez me- nos manifestar su malestar antes las condiciones que la provocaban. Hace apenas unos meses, en un texto leído en febrero de este año en México, llamaba la atención de que esta nueva situación epocal podría sintetizarse en que el malestar había devenido urgencia, y la urgencia ya no era una categoría del discurso, sino del cuerpo. Una condición de urgencia se apo- deraba de la ciudadanía, por lo que ya no era el tiempo de los discursos sino (el) de poner el cuerpo en acción desatando otra forma de circulación de los saberes y contra-poderes más asociada a un flujo pulsional o a la producción de afectos y presencia que a la construcción de conceptos o signos, entonces resistencias e insistencias en y desde los cuerpos. Sin embargo, este diagnóstico no solo se cumplió, sino que rebasó toda posi- bilidad imaginable. Durante estos 40 días (como los del diluvio) el cuerpo de cada uno de nosotros es el que se ha vuelto protagonista, jugando un rol decisivo: en la marcha, en la primera línea, en el grito y el golpe a la cacerola: el cuerpo es el que de pronto se toma el lugar que antes tenía el discurso. Así, lo que en el tiempo de la normalidad era concebido como algo especial o extra-cotidia- no (caminar por el medio de la Alameda a las 2 de la tarde sin autos y sin que nadie te diga qué debes o no hacer), hoy son el cada hora, y cada momento de un día. Es como si viviéramos p e r f o r m a r l a u r g e n c i a // mauricio barría 1 Rojas, Sergio, “Bajo el mundo hay un planeta” en [cuatro treintaitres] Revista 2, año 2. DAV Facultad de Artes: 2019 pp. 37-47. 2 Dieguez, Ileana, “La performatividad de los afectos” en Perrée Caroline & Dieguez, Ileana, Cuerpos memorables , México CEMCA: 2018.

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