Los Futuros Imaginados

l o s f u t u r o s i m a g i n a d o s 52 53 Federico Galende La lógica del neoliberalismo (lo dice Wendy Brown en su último libro, El pueblo sin atributos ) no es la del león o el jaguar, es la de la termita: se mete por los poros, cala los huesos, ovula. Modela gerencialmen- te las viejas terminologías del pensamiento —con sus arsenales de “innovación”, “mérito”, “masa crítica”, “liderazgo”, etc.—, redu- ce progresivamente los Estados a pequeñas empresas auditoriadas por el Banco Mundial, el FMI y las grandes corporaciones y convierte a millones de hombres y mujeres en gestores privados de una vida redefinida en términos de capital humano. Perfectamente se la puede pensar (me refiero a esta lógica neoliberal) como cierre del relato moderno y consumación de la revolución burguesa. Esto precisamente en virtud de que la burguesía advino a la modernidad con una revolución inconclusa: liberado su régimen de acumulación de los obstáculos que le imponía el modo de producción feudal, se encontró de inmediato con los obstáculos que a ese mismo régimen le impuso la re- gulación política de la economía y el debate democrático sobre el proceso de toma de decisiones. Sabemos los resultados: la voracidad de esta lógica destruyó todas las instituciones y convirtió la fuerza de la ley en una simple ley de la fuerza. Pero a la vez puso en escena un asunto que compete a los pueblos y al arte y que tiene que ver con el pro- blema actual de las sublevaciones. Este asunto, tocado recientemente por Judith Butler y Athena Athanasiou en un libro titulado Lo performativo en lo político, es el de la desposesión. Si este término remite por un lado al progresivo despojo de las habilidades de cada quien para ejercer algún tipo de control sobre su vida —empobrece a las mayorías, expropia sus recursos, funda un régimen de desigualdad in- tensiva—, crea involuntariamente por pueblo, arte, sublevación // federicO galende es filósofo, ensayista y escritor. Doctor en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte en la Universidad de Chile. Es investigador y académico del Departamento de Teoría de las Artes de la Universidad de Chile y ha dictado seminarios en la Universidad de Duke, North Carolina y en la Universi- dad de Aberdeen, entre otras. Tiene numerosos libros y artículos publicados, entre los que destacan las pu- blicaciones Rancière: una introducción (2012), La oreja de los hombres (2005) e Historia de mis pies (2019). Publicó el libro Filtraciones: conversaciones sobre arte en Chile (2007). c a p í t u l o 1 . l a h i s t o r i a e n e n t r e d i c h o el otro las bases para la emergencia anónima de las multitudes. Esta irrupción se desplaza del relato de la revolución al de las sublevacio- nes, derriba algunos de los mitos centrales de la modernidad —el de la autogénesis del cuerpo, el de la posición nodal del sujeto, el del prestigio de la distancia crítica— y redefine la lucha en la línea de una confrontación entre el partido del uno —el del orden categorial, el de la creatividad in- dividual, el de la filosofía como pensamiento organizado— y el partido del múltiple —es decir, el del momento creativo que escriben en su inmanen- cia los cuerpos que se sitúan más acá o más allá de los puestos de control. El contrapunto entre el relato de la revolución y la reaparición de las su- blevaciones, la confrontación entre el partido del uno y el partido del múl- tiple , no puede prescindir de un mínimo análisis en torno a dos posiciones con las que el arte tiene todo que ver: la de la crítica y la de la performance. ¿Qué es la crítica? La crítica es constitutivamente una distancia, y esta dis- tancia se funda en una relación de sospecha con el medio. Simone Weil recuerda en uno de sus libros que “medio” deriva de “médium”, una pa- labra que proviene de las tradiciones teosóficas o antroposóficas —de las filosofías espiritistas— y que remite a todo aquello que hace hablar a los otros a través de sí. En realidad, no importa mucho si el medio es una ima- gen, un texto o un código amasado por el idioma televisivo. Es pasible de sospecha por el solo hecho de hablar por los otros. Pero esto que, desde la distancia, sospecha del medio que habla por el otro —figura sobre la que se fundó tanto el juicio estético en la época de Kant, como la técnica de distanciamiento reelaborada por Brecht en el contexto de las vanguardias rusas— daría la impresión de estar erosiona- do también. El propio movimiento feminista— por dar uno entre muchos ejemplos —lo puso en juego cuando llamó a la construcción de un mundo que derribara los discursos amos . Dicho en otros términos, la distancia crítica corre por estos días el riesgo de funcionar como un discurso amo, esto es, como una idea que organiza desde la distancia que mantiene con el mundo de la vida la propia vida de los cuerpos que se someten a la regulación de esta idea. Entonces decimos “apareció el pueblo”, “despertó Chile”, “las multitudes están en las calles”. Y lo que ayer era distancia crítica se convierte, en vir- tud de su exterioridad, en un discurso inaudible. Ahora es ruido, como lo p u e b l o , a r t e , s u b l e v a c i ó n // FEDERICO GALENDE

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