Los Futuros Imaginados

l o s f u t u r o s i m a g i n a d o s 166 167 Andrés Morales El cielo cae a trozos en todas las ciudades, el mismo cielo verde o gris, el mismo cielo que cubre de temores rompiendo cerraduras espiando, derribando muros y ventanas abriendo cada puerta sin pudor, sin pausa. El viento prevalece y quiebra geometrías extrañamente ajeno a formas y figuras; traspasa las esquinas, las nubes, cada plaza sin cesar, insomne, en su sigilo plano. Nadie está en las calles ni patios, ni en los parques, nadie compadece al juicio de la noche. Pero la noche irrita, perturba, ya domina las grandes avenidas, los cruces, los paseos. El cielo ha desnudado vergüenzas y placeres. El viento no consuela, ni cura, no da tregua. En todas las ciudades parece que la muerte abrió su pozo negro de cólera y azufre y poco queda entonces para la noche sola dueña ya del mar, del monte, de los ríos: hoja de cuchillo vibrante y afilada en la memoria inquieta de la ciudad vacía. Justo a medianoche se escuchan ruidos sordos como si mil gusanos cruzaran el jardín o todas esas ratas, heridas por el hambre, salieran de sus huecos helados de silencio. nocturno de santiago 1 // andrés morales nació en Santiago de Chile en 1962. Es Licenciado en Literatura por La Universidad de Chile y Doctor en Filosofía y Letras. Ha publicado veintiún libros de poesía, desde Por ínsulas extrañas (1982) hasta Escrito (2012). Recibió el Premio Pablo Neruda 2001 y el Premio Andrés Bello 2014. Su obra se ha traducida a 15 idiomas. Es Profesor Titular en la Universidad de Chile. Miembro de la Academia Chilena de la Lengua y de la Academia de las Buenas Letras de Madrid, España. “Nocturno de Santiago” pertenece al poemario Tránsfugo , de su próxima publicación. 1 Texto traducido por Víctor Lobos. c a p í t u l o 2 . P o s i c i o n e s a r t í s t i c a s e n l a i n t e m p e r i e No son las alimañas, ni búhos, no son cuervos: parece que es el quieto temblor de parturientas o el canto de mujeres que van al sacrificio, o el rechinar de dientes de un niño en la batalla. Es el habitante, el ciudadano, el hombre que repta lentamente recuperando alientos tras reinos y dominios perdidos o ya muertos. Es el propietario, el amo, el inquilino, el dueño de las formas, el hábil arquitecto, el único que sabe cómo ahuyentar la noche, cómo espantar al viento, al cielo, hasta los ángeles que caen a millares sobre las sucias calles. El orden se condensa, se alinea, ya se impone y nada queda fuera del círculo perfecto. El viento cesa lento hasta volverse negro. Ha llegado el plano, el mapa de lo exacto desentrañando selvas, distribuyendo el aire: Ha regresado el índice que cruza tempestades y guarda en su soberbia el miedo de los dioses. Esta ciudad se alegra en su desgracia cierta, esta ciudad se viste en medio del desierto, esta ciudad se cubre los ojos y enmudece cuando los pájaros emprenden su vuelo a la deriva. Recrea carnavales, despierta a los difuntos, describe dos mil saltos sobre las cordilleras. Esta ciudad agónica de ritmos que no baila y de frases aprendidas en una lengua muerta. ¿Tendrá un final feliz, habrá de recordar el tacto de los árboles, el fresco olor a noche? // andrés morales n o c t u r n o d e s a n t i a g o

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