Los Futuros Imaginados

l o s f u t u r o s i m a g i n a d o s 114 115 mirada histórica hegemónica respecto de los acontecimientos del pasado así como se ha transformado radicalmente el uso que se había dado para determinados espacios públicos que han sido reclamados por la protesta social. En definitiva, se ha puesto en jaque un acuerdo tácito respecto de lo que creíamos común, de lo que nos transforma en comunidad. Entonces sólo queda por preguntarse, ¿es que esa comunidad alguna vez existió? ¿Son esos monumentos fruto del acuerdo armonioso de una sociedad que debía encontrarse en ellos? Vemos a nuestros héroes so- bre los pedestales y en éstos, los relatos acerca de nuestra historia. En definitiva, la concreción material de los valores pretendidamente comu- nes. Y es que hace algún tiempo no cabría duda alguna respecto de signos transversales que parecían incuestionables, y nadie se habría atrevido a siquiera imaginar el derribo de una estatua de O´Higgins o Prat. Pero esto ha ocurrido dentro de una serie de acontecimientos que demuestran una distancia inconmensurable entre ciudadano y los sím- bolos públicos que le son propios a una comunidad, y que muy por el contrario debieran ser señales de acuerdo y cobijo conformando en la ciudad un espacio común, admitido y consensuado, signos fundamen- tales de la propia identidad. No olvidemos que los monumentos son levantamientos que, tomando como origen la historia, proyectan discur- sos hacia el futuro relevando valores que pretenden ser luz para los ciudadanos, de tal manera de asegurar la pervivencia de la sociedad toda, señalando los modelos en los cuales debemos reflejarnos. Si eso que parece primordial para la ordenación social queda en entredicho, c a p í t u l o 2 . P o s i c i o n e s a r t í s t i c a s e n l a i n t e m p e r i e cabe preguntarse cómo hemos de recomponer los lazos en virtud de nuevos acuerdos que comportarán, necesariamente, otros valores, otras historias, otros relatos. Desde mi perspectiva, la exigencia de la revuelta no es la destitución de todo el orden anterior. En primer término, porque la violencia iconoclas- ta no responde necesariamente a motivos determinados por la razón, no son acciones articuladas desde la política, la historia o la estética. El accionar de la masa en medio del levantamiento —de suyo violento y caótico— empieza y termina en sí mismo y no necesita de razones que lo sostengan. Y en segundo lugar, porque esta desafectación de lo común es, al mismo tiempo, síntoma y voluntad de superación. Sabemos de la degradación de la institución y su escasa valoración ante los ojos de la ciudadanía, pero en vez de pedir la abolición del Estado se han levanta- do fuertes exigencias a que éste cumpla con un papel que debe ser, al mismo tiempo, rector, generador y benefactor: un Estado solidario basa- do en el restablecimiento de la participación y la democracia. Puede ser posible, entonces, que la exigencia hacia el arte no sea solo constituirse en plataforma y altavoz de la demanda, sino como potencial articulador de los espacios públicos mediante la constitución de signos que colaboren en esa transversalidad, que sean coincidentes con la vo- luntad de participación y que sean capaces de contribuir a una urgencia de identificación que ya se ha hecho sentir con meridiana fuerza. Y es que la desafectación respecto del patrimonio no es sino fruto de un per- sistente descuido en la formación de los ciudadanos, quienes en su gran mayoría no se ven representados en estos signos por una distancia en la que hemos persistido de forma constante. Pero el arte contemporáneo ya abre otras posibilidades. No sólo el cam- po de origen para obras destinadas al espacio público que aborden la historia o la memoria desde una perspectiva horizontal y dialogante, sino también como productor de lenguajes a partir de los discursos mo- numentales ya instituidos. Sabemos que todo monumento es la propo- sición de una perspectiva unívoca acerca de la historia que determina la memoria colectiva y, por ende, las relaciones de identidad, pero el arte contemporáneo tiene permitido manipular esos lenguajes y explorar sig- nificados posibles. Abrir el abanico de sentidos, especialmente cuando comprendemos que el arte del pasado es capital disponible para el arte del presente, pero fundamentalmente cuando entendemos lo contem- // luis montes rojas c o n t r a l a r a z ó n : e l a r t e c o n t e m p o r á n e o c o m o r e c u p e r a c i ó n d e l o p ú b l i c o

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