Aisén Reserva de Vida: testimonio de un arquitecto activista ambiental formado en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile

37 Peter Hartmann Samhaber de nuestro propio país donde también se han declarado ecológicos o ambientales, como Pucón y Villarrica, por ejemplo, respecto de los cuales podríamos decir que son más o menos creíbles. Pero, nos encontramos también con la “comuna ambientalista” de La Cisterna en Santiago, y con la VI Región, “la más verde de Chile”, donde francamente se tiene sus dudas sobre si hay coherencia, o lo ambientalista y verde son sólo marketing y moda. Por cierto, no quisiéramos que acá nos sucediera lo mismo. Lo contrario a la coherencia es la falsedad y la hipocresía; caer en eso sería convertirnos en caricatura. Coherencia también implica ser menos dependientes, ser sustentables y con una participación democrática directa. Luego de esclarecernos sobre nuestro ser y sobre un mínimo compromiso de coherencia, viene la inevitable pregunta sobre el “desarrollo” −palabra tan manoseada y que puede significar tan diferentes cosas− de Aisén. ¿Desarrollo para qué? ¿para quienes?, ¿dónde queremos llegar con ese desarrollo? ¿a ser reserva de vida? Nosotros creemos que respetar la vida y luchar por ella es un principio básico de la ética, y si estamos vivos, debemos estar agradecidos y compartir en armonía con todas las formas de vida. En esto no podemos dejar de ser coherentes tampoco. Cuando debatimos sobre el desarrollo de Aisén nos metemos en un tema con un fuerte componente económico, aunque, por desgracia, habitualmente nos quedamos solo en éste, ya que inevitablemente tiene un fundamento cultural y está basado en el apropiado manejo de los recursos naturales. El desarrollo de nosotros, todos los seres humanos, es una respuesta cultural para nuestros propios problemas. Si ese desarrollo no es sustentable, y si no mejora la calidad de vida, además es falso. Inevitablemente la sustentabilidad implica un actuar responsable en búsqueda de disminuir la entropía y pasar desde una etapa “colonizadora” intensiva en energías, hasta una “climáxica” en equilibrio.

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